THE SIGN OF THE CROSS. Bert Ghezzi

 


THE SIGN OF THE CROSS

Bert Ghezzi

EL SIGNO DE LA CRUZ.
Continuación: cap.IV.

Cada año un domingo de Cuaresma millones de católicos son testigos de una sorprendente recreación de una antigua ceremonia cristiana.
Durante la misa de ese día, mujeres y hombres que serán bautizados en Pascua son presentados a la congregación. Sus patrocinadores se paran frente a ellos y reclaman a ellos para Cristo con la señal de la cruz. El rito no basta con la primera marquita que el patrocinador traza en su la frente del candidato. Luego multiplica el gesto sagrado, firmando los ojos, oídos, boca, hombros, manos, y pies. Finalmente, en un clímax magnífico, hace que la señal de la cruz sobre todo el cuerpo de la persona.
Este dramático evento me emociona cada vez que lo veo. siento como si hubiera sido transportado atrás en el tiempo a una reunión en el primer siglo en Jerusalén y estoy viendo la comunidad cristiana original preparar candidatos para el Bautismo.
Como hemos visto, recibir la marca de Cristo en el Bautismo enseñó a los primeros cristianos a hacer la señal del
cruz. Y tuvieron en cuenta la conexión entre su firma bautismal y su firma ellos mismos como una forma de liberar el poder del sacramento en sus vidas.
San Cirilo de Jerusalén, por ejemplo, instruyó a nuevos cristianos tanto para llevar confiadamente la marca bautismal en sus personas y firmarse en todas las circunstancias:
No nos avergoncemos de la cruz de Cristo, sino que, aunque
alguien más lo oculta, debes llevar su marca públicamente
en tu frente, para que los demonios, viendo el real signo, temblando, puede volar lejos. Haz esta señal cuando comas y cuando bebas, cuando te sientas, cuando te acuestas, cuando te levantas, cuando hablas—en una palabra, en todas las ocasiones

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Amén. El término amén, lejos de corresponder siempre exactamente a la traducción actual de “Así sea ¡” que expresa un mero deseo, pero no una certeza, significa, ante todo: Ciertamente, verdaderamente, seguramente o sencillamente: Sí. En efecto, este adverbio deriva de una raíz hebraica que implica firmeza, solidez, seguridad (cfr. Fe). Decir amén es proclamar que se tiene por verdadero lo que se acaba de decir, con miras a ratificar una proposición o a unirse a una plegaria. 1. Compromiso y aclamación. El amén que confirma un dicho puede tener un sentido débil, como cuando decimos “Sea” (Jer 28,6). Pero las más de las veces es una palabra que compromete: con ella muestra uno su conformidad con alguien (1Re 1,36) o acepta una misión (Jer 11,5), asume la responsabilidad de un juramento y del juicio de Dios que le va a seguir (Núm. 5,22). Todavía más solemne es el compromiso colectivo asumido en el momento de la renovación litúrgica de la alianza (Dt 27,15-26; Neh 5,13). En la liturgia puede este término adquirir también otro valor; si uno se compromete frente a Dios, es que tiene confianza en su palabra y se remite a su poder y a su bondad; esta adhesión total es al mismo tiempo “bendición de aquel al que uno se somete (Neh 8,6); es una oración segura de ser escuchada (Tob 8,8; Jdt 15,10). El amén es entonces una aclamación litúrgica, y y en este concepto tiene su puesto después de las doxologías (1 Cr 16,36); en el NT tiene con frecuencia este sentido (Rom 1,25; Gal 1,5;2 Pe 3,18; Heb 13,21). Siendo una aclamación por la que la asamblea se une al que ora en su nombre, el amén supone que para adherirse a las palabras oídas se comprende su sentido (1 Cor 14,16). Finalmente, el amén, como adhesión y aclamación, concluye los cánticos de los elegidos, en la liturgia del cielo (Ap 5,14; 19,4), donde se une al aleluya.

CUANDO UNA PERSONA SE HA IDO. VÍSPERAS DE TODOS LOS SANTOS. NO LLORES SI ME AMAS. No llores si me amas... Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo... Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos... si por un instante pudieras contemplar como yo la belleza ante la cual las bellezas palidecen... Créeme. Cuando llegue el día que Dios ha fijado y conoce, y tu alma venga a este cielo en el que te ha precedido la mía... ese día volverás a verme. sentirás que te sigo amando, que te amé, y encontrarás mi corazón con todas sus ternuras purificadas. volverás a verme en transfiguración, en éxtasis feliz. Ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo, que te llevaré de la mano por los senderos nuevos de luz y de vida. Enjuga tu llanto y no llores si me amas. (San Agustín)

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