MANUAL DEL MONAGUILLO.

 


MANUAL DEL MONAGUILLO.

RESPONDER.

No solo ayudas en Misa, sino que participas en Misa. Por eso debes de responder, de decir todas las partes que le corresponden a los fieles. Para eso tienes que aprenderte la respuesta que toca en cada momento. Seguro ya te las sabes después de tantos años acompañando a tus papás. Si no, leyendo un misalito seguro que te las aprendes rápido.




LA MISA DE LA FORMA EXTRAORDINARIA O TRADICIONAL Y LAS MONAGUILLAS.


Para el Modo Extraordinario del Rito Romano no rige la autorización del servicio litúrgico de mujeres al altar como lo deja muy claramente establecido el secretario de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, Mons. Guido Pozo, en carta del 19 de mayo del 2011, respondiendo una consulta al respecto:

"En la Instrucción publicada por esta Pontificia Comisión, aprobada por el Santo Padre en una audiencia concedida a su Presidente, la misma ha establecido ya su posición al respecto, en el artículo 28 que cito a continuación:

cito a continuación:
Además, en virtud de su carácter de ley especial, dentro de su ámbito propio, el Motu Proprio "Summorum Pontificum" deroga aquellas medidas legislativas inherentes a los ritos sagrados, promulgadas a partir de 1962, que sean incompatibles con las rúbricas de los libros litúrgicos vigentes en 1962.

"En consecuencia, la Circular que la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos emitiera en 1994 (cf. Notitiæ 30 [1994] 333-335) (1) permitiendo el servicio del altar por parte de mujeres, no rige para la Forma Extraordinaria".

ABUSOS QUE SE DEBEN EVITAR.

Una de las objeciones que se han hecho al servicio de mujeres al altar es que en cierto modo esto pudiera alimentar expectativas en orden a que las mujeres pudieran pretender acceder al sacerdocio. A nuestro entender esta imposibilidad está claramente zanjada por la Tradición bimilenaria de la Iglesia y ratificada en los últimos tiempos por documentos como Declaración Inter insignioris de la Congregación para la Doctrina de la Fe, aprobada por SS Paulo VI de 1976 y por la Carta Apostólica ORDINATIO SACERDOTALIS de SS Juan Pablo II, de 1994. Sin embargo, no se puede negar que hay clérigos que propician lo contrario y en consecuencia aprovechan esta circunstancia para insistir en la posibilidad del sacerdocio femenino, concediéndoles a las monaguillas una participación en el servicio del altar más allá del permitido alentando así falsas expectativas.

ALTERACIÓN DE LAS VESTIDURAS LITÚRGICAS.

La vestidura litúrgica tradicional de los monaguillos ha sido la sotanilla, el roquete y en algunos casos, la esclavina. Después del Concilio Vat II, se contempló también el alba blanca, sin derogar para los monaguillos su traje tradicional. Estas son las vestiduras permitidas, sin embargo algunos clérigos haciendo uso de una autoridad que no tienen han comenzado a idear trajes para diferenciar a los monaguillos de las monaguillas, si no se pone freno a esta situación no quepa duda que vamos a terminar viendo las vestiduras más estrafalarias. En Alemania ya se ha dado la insólita ocurrencia de hacer una exhibición de trajes para el servicio litúrgico de mujeres, al estilo de un desfile de modas.


MANUAL DEL MONAGUILLO.

AYUDAR AL SACERDOTE A REVESTIRSE.

Cuando todo esté listo, estarás en la sacristía esperando al sacerdote. Debes de guardar silencio. Aunque haya otros monaguillos, no debes de estar platicando con ellos.

Cuando llegue el sacerdote, te saludará. Luego, puede lavarse las manos. Tú lo observas en silencio, porque está rezando para prepararse para la Misa. Tú también puedes rezar algo en esos momentos. Después, el sacerdote se revestirá con los ornamentos.

Algunos sacerdotes pueden usar el amito, que lo tomarán y se lo pondrán en el cuello antes que los demás ornamentos.

El sacerdote se pondrá el alba. Mientras se la coloca, tú tomas el cíngulo. El cíngulo es un cordón muy largo y en sus puntas hay unas borlas. Hay que doblarlo a la mitad. Así, de un lado quedarán las dos borlas y del otro lado estará el doblez. Ya doblado, tú lo tomas por el centro con las dos manos: el lado del doblez en la izquierda y el lado de las borlas en la derecha. Cuando lo tengas así, se lo pasas al sacerdote por la espalda, a la altura de la cintura.

El tomará los dos lados y se lo amarrará.

Luego, el sacerdote se pone la estola y, finalmente, la casulla.

VISTA.

No debes de estar viendo a los asistentes a la Misa. Tienes que mirar la acción que se esté llevando a cabo. Por ejemplo, mientras se lee el Evangelio, tienes que ver el ambón. Y durante la Plegaria Eucarística debes mirar hacia el altar.

SOSTENER EL MISAL.

Si en tu iglesia no una base o atril para sostener el Misal, quizá el sacerdote te pida que le ayudes a sostenerlo. Lo sostienes con las dos manos y lo recargas el centro en tu pecho. Si aún eres muy bajito, puedes recargar el centro del Misal en tu frente. Si sostienes el Misal, no haces otra cosa con las manos, como santiguarte o golpearte el pecho.


AYUDAR A ENCENDER LAS VELAS.

Poco antes de que inicie la Misa, puedes ayudar a encender las velas. Primero enciendes las que estén del lado derecho del altar y luego las que estén del lado izquierdo. Si hay muchas y están en fila sobre el altar, primeo enciendes la que esté más al centro del lado derecho, y luego las demás de ese lado. Después, enciendes la que esté más al centro del lado izquierdo, y luego el resto.



FORMA DE TENER LAS MANOS.

Siempre que estés parado o arrodillado, debes de tener las dos manos juntas.

La forma de juntar las manos es la siguiente: unes las yemas de todos los dedos de la mano derecha con las yemas de la mano izquierda. Juntas los dedos y las palmas. Luego, pones el pulgar izquierdo sobre la mano derecha, y después el pulgar derecho encima del derecho. Después, pegas las manos al pecho. Cuando lleves un objeto en ambas manos, no debes de juntarlas. Debes de llevar ese objeto de la forma más segura posible.



Cuando lleves un objeto sólo en una mano, lo portarás en la mano derecha. Y la mano izquierda la colocas extendida sobre tu pecho.

Cuando estés sentado, colocas las manos sobre las rodillas.



¿POR QUÉ UNA GRAN CRUZ SE LLEVA EN PROCESIÓN ANTES DE LA MISA?

A veces antes de celebrar la Eucaristía, los sacerdotes entran en procesión desde la entrada de la iglesia, precedidos de una gran cruz cargada por un monaguillo.

Levada en alto durante ceremonias religiosas, sobre todo al comienzo de la misa, la cruz de procesión, delante del sacerdote, indica a todos los presentes que es Cristo quien abre el camino.

Cristo se representa además siempre en esta cruz porque Él está a la cabeza de su pueblo. Como el buen pastor, orienta el sentido de la marcha.

Esta famosa cruz, muy alta para que sea visible por todos, es portada por una persona a la que se llama cruciferario, crucífero o crucero.

Cuando el número de monaguillos lo permite, viene precedida del incensario, llevado en este caso por el turiferario para purificar la iglesia.

Los ceroferarios, que llevan cirios encendidos, acompañan la cruz para mostrar a la asamblea que Cristo es la luz del mundo.

A la llegada al altar, la cruz procesional se coloca en su lugar correspondiente, en el tripié, en el coro, previsto para tal efecto.

Tras la celebración, durante la procesión de salida, la cruz se coloca siempre en primer lugar porque ya no es necesario purificar la iglesia.




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Amén. El término amén, lejos de corresponder siempre exactamente a la traducción actual de “Así sea ¡” que expresa un mero deseo, pero no una certeza, significa, ante todo: Ciertamente, verdaderamente, seguramente o sencillamente: Sí. En efecto, este adverbio deriva de una raíz hebraica que implica firmeza, solidez, seguridad (cfr. Fe). Decir amén es proclamar que se tiene por verdadero lo que se acaba de decir, con miras a ratificar una proposición o a unirse a una plegaria. 1. Compromiso y aclamación. El amén que confirma un dicho puede tener un sentido débil, como cuando decimos “Sea” (Jer 28,6). Pero las más de las veces es una palabra que compromete: con ella muestra uno su conformidad con alguien (1Re 1,36) o acepta una misión (Jer 11,5), asume la responsabilidad de un juramento y del juicio de Dios que le va a seguir (Núm. 5,22). Todavía más solemne es el compromiso colectivo asumido en el momento de la renovación litúrgica de la alianza (Dt 27,15-26; Neh 5,13). En la liturgia puede este término adquirir también otro valor; si uno se compromete frente a Dios, es que tiene confianza en su palabra y se remite a su poder y a su bondad; esta adhesión total es al mismo tiempo “bendición de aquel al que uno se somete (Neh 8,6); es una oración segura de ser escuchada (Tob 8,8; Jdt 15,10). El amén es entonces una aclamación litúrgica, y y en este concepto tiene su puesto después de las doxologías (1 Cr 16,36); en el NT tiene con frecuencia este sentido (Rom 1,25; Gal 1,5;2 Pe 3,18; Heb 13,21). Siendo una aclamación por la que la asamblea se une al que ora en su nombre, el amén supone que para adherirse a las palabras oídas se comprende su sentido (1 Cor 14,16). Finalmente, el amén, como adhesión y aclamación, concluye los cánticos de los elegidos, en la liturgia del cielo (Ap 5,14; 19,4), donde se une al aleluya.

CUANDO UNA PERSONA SE HA IDO. VÍSPERAS DE TODOS LOS SANTOS. NO LLORES SI ME AMAS. No llores si me amas... Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo... Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos... si por un instante pudieras contemplar como yo la belleza ante la cual las bellezas palidecen... Créeme. Cuando llegue el día que Dios ha fijado y conoce, y tu alma venga a este cielo en el que te ha precedido la mía... ese día volverás a verme. sentirás que te sigo amando, que te amé, y encontrarás mi corazón con todas sus ternuras purificadas. volverás a verme en transfiguración, en éxtasis feliz. Ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo, que te llevaré de la mano por los senderos nuevos de luz y de vida. Enjuga tu llanto y no llores si me amas. (San Agustín)

LA FELICIDAD DE JESÚS. José Antonio Pagola

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