Gotitas de Fe Y Sabiduría. GOTITAS ESPIRITUALES.



GOTITAS DE FE.

EL PADRE NUESTRO, HABLA DE DEUDAS O DE OFENSAS?

Las personas mayores recordarán que no hace tanto tiempo la versión “oficial” del Padrenuestro hablaba de “deudas” y “deudores”. La versión actual pide a Dios que perdone nuestras “ofensas como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido”. ¿Qué dice el texto bíblico del que se ha extraído el texto litúrgico? En el evangelio de Mateo, la oración de Jesús habla de deudas y deudores; según Lucas pedimos a Dios que perdone nuestros “pecados”, así como nosotros perdonamos “al que nos debe”. Deuda y pecado están muy relacionados. Cierto, la ofensa también puede considerarse una deuda, en la medida en que pide reparación y compensación.

En tiempos de Jesús había mucha gente endeudada, pues los pobres pedían préstamos a sus vecinos para poder pagar los impuestos. Hoy también hay naciones y personas abrumadas por deudas que no pueden pagar. Sin duda, con Dios no tenemos deudas económicas, pero sí que hay muchas deudas en la relaciones interhumanas. No conviene olvidar este sentido de endeudamiento material y la crítica social que conlleva, cuando rezamos el Padrenuestro. Muchas deudas han sido multiplicadas por la ambición y la rapiña de los acreedores. Entre los cristianos debe primar la solidaridad por encima de las deudas.

La “deuda” que tenemos con Dios es impagable. A Él se lo debemos todo, empezando por la vida. El Padre nuestro liga indisolublemente nuestras deudas con Dios y las deudas que los hermanos tienen con nosotros. Pues la deuda de los hermanos es la mediación antropológica de nuestra deuda total y teologal con Dios. ¿Cómo se “paga” la deuda con Dios? Si la mediación antropológica de nuestra deuda con Dios está en lo que nos debe el hermano, pagaremos a Dios en la medida en que perdonemos al hermano. El perdón al hermano y el perdón que Dios nos otorga son directamente proporcionales.

Algo parecido ocurre con las ofensas. La ofensa a Dios tiene su mediación antropológica en la ofensa al hermano. Ofendemos a Dios en la medida en que dañamos al hermano. Nunca acabamos de estar del todo en paz cuando hemos ofendido a alguien. El camino para una reconciliación total pasa por el perdón otorgado y recibido. También aquí la reconciliación con Dios pasa por la reconciliación con el hermano, de modo que el perdón otorgado al hermano es directamente proporcional al perdón recibido de Dios. 





GOTITAS DE FE Y SABIDURÍA.

 

NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO DIJO EN EL PADRENUESTRO : «PERDONA NUESTRAS DEUDAS» Y NO «NUESTRAS OFENSAS»

Por Lic. Martha Tenorio A.

 

En 1988, el Arzobispo de Toledo, España y Presidente de la Comisión Episcopal de Liturgia, cardenal Marcelo González Martín, realizó un cambio al texto del Padrenuestro para todos los países de habla hispana, alterando la frase de : “perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” a la nueva : “perdona nuestras ofensas, como también perdonamos a los que nos ofenden”, aludiendo que la expresión sería más comprensible para la mayoría de gente, porque se tratarían de simples sinónimos, siendo que no pareciera tener mayor trascendencia. Es así como Papa Juan Pablo II lo aprobó para España en ese año y para los demás países de habla hispana, estableció su vigencia desde 1992, siendo usado aún hasta la fecha en la Iglesia post conciliar Vaticano II.

 

Pero teológicamente analizando, ¿será verdad que la expresión “ofensas“ es suplente de “deudas”?. Esta analogía ha sido otorgada bajo el concepto de que suplicamos a Dios que nos perdone por haberle agraviado “con nuestros pecados”. Sin embargo, bajo esta perspectiva, no se estaría incluyendo las denominadas secuelas, las cuales no todas son personales, pero se suman a los pecados. Entonces habrá que examinar necesariamente dos conceptos:

 

Pecado : Es el agravio contra Dios, es contravenir el amor de Dios y al prójimo, lo cual significa haber transgredido algunos o todos los diez mandamientos. " A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley. De hecho, el «no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás» y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta frase: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera." (Rom. 13,8-10).

 

No obstante, no sólo es pecado transgredir los mandamientos, sino cuando nos rehusamos hacer un bien al prójimo estando en nuestras posiblidades, sea por ocio o falta de voluntad, pero, con lo cual podría haberse aliviado un pesar o preveerse o hasta solucionarse un problema; a éso se denomina pecado de omisión. "Así que comete pecado todo el que sabe hacer el bien y no lo hace." (Sant. 4, 17)

 

Pena : Es la consecuencia del pecado. Son los efectos que se producen a nivel personal (laxitud en la conciencia, obstinación en el pecado, desaliento de salir de él, suicidio), y el cómo afectan directamente al prójimo afrentado, es decir los daños causados dentro de las situaciones (difamación, vergüenza, daño psicológico, homicidio y/o suicidio). Mas también se incluyen los daños colaterales que se originen a causa de ellos (perturbaciones y dolores en la familia, hijos abandonados, bancarrota, miseria, rencores, etc.).

 

En tal sentido, cuando se dice: “perdona nuestras ofensas”, sólo se manifiesta la falta centralizándose en sí misma, como totalmente personalizada. Cabe señalar sin embargo, que toda acción no queda en sí misma, sino a modo de un axioma natural emite una repercusión, tal como el hecho de tirar una piedra al rio, propicia como resultado una onda expansiva.

 

Nuestro Señor Jesucristo, perfecto en sus razones y en la semántica de todas sus expresiones, utilizó el término “perdona nuestras deudas”, que señala el significado exacto de lo que realmente quiso decir, mismo que tiene dos tipos de dimensiones de infinito alcance :

 

La primera es, pedirle al Señor que nos absuelva totalmente de ambos delitos : pecado y pena, a efectos de la gracia de su redención; además de añadir una forma de reparación por éstas, mediante el compromiso de perdonar en igual forma la conducta del prójimo hacia nosotros: sea cuando nos hayan agraviado gravemente o por haber inadvertido cualquier gesto de generosidad con que los hallamos procurado.

 

Para entender la otra dimensión, debemos admitir que siendo criaturas creadas por el amor de Dios, no nos da derecho a sentir que somos dueños de algo; no obstante, Dios le otorgó al hombre el privilegio de vivir como ser racional y dominar sobre las demás criaturas irracionales creadas.

 

La otra dimensión de deudas comprende muchas cosas, pero mencionaremos lo más importante :

 

Al Señor le debemos nuestra vida terrenal, de modo que siendo Él, dueño de nuestra vida, nadie puede atentar contra ella desde su concepción; pues gracias a la cual tenemos la oportunidad de conocerlo, amarlo y con nuestras acciones del día a día, hacernos dignos de una eternidad a su lado, considerando que las puertas del cielo ya han sido abiertas por la redención de Nuestro Señor Jesucristo. A Dios le debemos el alimento y el vestido, porque aunque se compren con nuestra remuneración o sean procesadas por nuestras propias faenas; sus materias primas nacen de la tierra a la cual Dios le ha dado la fecundidad de generarlas, a fin de atender las necesidades del hombre, cosechando los productos del campo que le son necesarios; así como el proveerse de animales comestibles mamíferos y aves; además de la carne y frutos que surgen del vasto ámbito del mar para su sustento.

 

A Dios le debemos la cultura, la ciencia y la tecnología, porque el hombre a través de su razonamiento concedido, puede descubrir las maravillas de la naturaleza, industrializarlas y obtener beneficio de ellas. A Dios le debemos nuestros talentos que nos permite servirle en la vida a través del servicio al prójimo, con el cual ganarnos el salario o remuneración cuando lo convertimos en una profesión u oficio para ganar el pan para nosotros y de nuestra familia.

 

Pero también tenemos deuda con Dios por mostrarle desatenciones: no saludarle al despertar o despedirnos al dormir, no rezarle siquiera una jaculatoria durante el día, menos aún compartirle nuestras alegrías y progresos. A Dios le debemos los Mandamientos de su Ley y las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, que nos sirven de guía para hacer de esta vida un preludio de la vida eterna. A Dios le debemos la Santa Misa y demás Sacramentos como canales de su gracia santificante y ayuda para no caer en las tentaciones. A Dios le debemos que nos haya dado a su propia Madre, como nuestra Madre Celestial: Abogada, Medianera, Auxilio (espiritual) y Socorro (material) para toda ocasión. A Dios le debemos el haber sido elevados a ser sus hijos y herederos del cielo por medio de la Redención de Nuestro Señor Jesucristo que nos abrió el Paraíso de vida eterna con su crucifixión, muerte, y su resurrección.

 

En definitiva, ofender al Señor es la parte, aunque sumamente inmensa, de toda nuestra infinita deuda con Él, Quien es todo amor, bondad y misericordia sempiterna, pero que constantemente es agraviado por nosotros en demasía; por tal razón, es justo y necesario hacer un humilde reconocimiento, respecto a que todo lo que nos ha proporcionado sin merecerlo, ni siquiera sabemos agradecerlo apropiadamente o hacer de ellos un servicio auténtico a nuestro Hacedor; por lo cual le pedimos que perdone estos permanente olvidos involuntarios, que sin llegar a ser pecados mortales o siquiera veniales, es acertado ser magnánimo en suplicarle, que los perdone; pues no dejan de ser deudas que tiene la criatura con su Divino Creador y Redentor.

 

Por todo lo expuesto, se concluye que el texto original del Padrenuestro, fue, es y será siempre, lo explícitamente exacto y no hay lugar a corrección bajo cualquier motivo o pretendida exégesis; después de todo, impera respetarse, pues así ha salido de labios del mismo Jesucristo, nuestro Salvador




GOTITAS DE FE Y SABIDURÍA.

¿CUÁNDO UN EXORCISMO ES UN VERDADERO EXORCISMO CATÓLICO?

La oración de liberación es otra cosa

No debemos confundir la Oración de Liberación con el exorcismo. Muchos católicos que participaron en una oración de liberación, la han confundido con un exorcismo y en muchos lugares, en que se realiza esta oración, se cree que se practica el exorcismo. La Oración de Liberación es:

“La oración que se hace para acabar con la influencia del demonio en una persona. Suele realizarse por parte de un sacerdote solo o por un grupo de laicos (con o sin sacerdote) que oran a Dios para que la persona sea liberada de toda influencia demoniaca” .

La gran diferencia está en que en el exorcismo el sacerdote exorcista conjura al demonio, y esta oración se dirige a Dios.



GOTITAS DE FE Y SABIDURÍA.
¿CUÁNDO UN EXORCISMO ES UN VERDADERO EXORCISMO CATÓLICO?

¿Quién puede decidir hacer un exorcismo?
El Ritual de Exorcismo Actual, fue promulgado por San Juan Pablo II, en Enero de 1999, quedando claramente expresado, que:
“El ministerio de exorcizar a los poseídos se concede por especial y expresa licencia del Ordinario, que regularmente será el mismo obispo diocesano”.

Por lo tanto, si un sacerdote no cuenta con la autorización expresa del obispo diocesano, no puede realizar en forma lícita un exorcismo. Los diáconos y laicos, no tienen la potestad de realizar este ritual.

Un aspecto importante de tomar en cuenta, es descartar que la persona esté sufriendo una enfermedad, en especial de naturaleza psíquica. Algunas de estas enfermedades, son: esquizofrenia paranoide, desorden disociativo de la personalidad, persona psicótica, crisis histéricas y otros. Es conveniente que el obispo diocesano, ante la sospecha de una posible posesión demoniaca, nombre una comisión de expertos, donde también participen: médicos, psiquiatras y psicólogos. Esto ayudará al discernimiento del obispo a autorizar o no un exorcismo.

El Nuevo Ritual, también agrega, que no se debe creer que hay posesión por la sola afirmación de alguien que expresa estar especialmente tentado, desolado o atormentado por el demonio, ya que la persona podría estar engañada por su propia imaginación.

Algunos criterios que permitirían descubrir una posible posesión demoniaca, después de haber descartado una enfermedad, cuya curación estaría en la ciencia médica, son: Hablar con muchas palabras en lenguas desconocidas o entenderlas, desvelar cosas escondidas o distantes, tener fuerzas superiores a su propia condición física, y todo esto junto a una aversión hacia Dios, la Virgen, la cruz y las imágenes sagradas.

Finalmente, hay que tener claro, que el demonio no puede adueñarse de la libre voluntad del poseído, hasta el punto de hacerlo pecar.

¿Quién puede ser exorcista?
Cuando hablamos de “exorcista”, siempre la Iglesia entiende al “sacerdote exorcista”. La licencia de exorcista, otorgada por el obispo diocesano, siempre será dada a un sacerdote dotado de piedad, ciencia, prudencia e integridad de vida, el cual tiene que estar preparado específicamente para este oficio y lo podrá ejercer de manera estable o por un caso aislado.

El exorcista ejercitará esta delicada y caritativa misión con humildad y confianza, siempre bajo la dirección del obispo diocesano, y ante una intervención diabólica, deberá guardar la máxima circunspección y prudencia, en especial en los tiempos actuales, en que todo lo demoniaco causa impacto y gran atracción, en especial de los medios de comunicación social. Hay que proteger al fiel atormentado, a su familia y círculo cercano.

En definitiva…
Debemos recordar que la posesión diabólica no sería la forma más frecuente de la manifestación e influjo satánico. Nos llama más la atención por lo espectacular y las influencias que tenemos de ella, a través de películas, literatura, etc., que tratan este tema. Hay otras formas de influencia satánica y de las cuales no nos cuidamos mucho, como lo serían, la mentira, injusticia, violencia, la libertad mal entendida, el sustituir la ley de Dios como criterio de moralidad y muchas más, que lamentablemente vemos a diario.

La fe y la oración son claves frente a un caso de posesión y recordemos, que con Cristo, en Cristo y por Cristo, podemos vencer al demonio y sus secuaces.

 GOTITAS DE FE Y SABIDURÍA.

Devoción de las Tres Avemarías.

Así es como se compone la devoción de las Tres Avemarías:

María, Madre mía, líbrame de caer en pecado mortal.

Por el poder que te concedió el Padre Eterno.

Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Por la sabiduría que te concedió el Hijo.

Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Por el Amor que te concedió el Espíritu Santo.

Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo! Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

Pero volvamos al Avemaría.

La oración como la conocemos y recitamos hoy en día, apareció en Brescia en 1498, en la colección Triumphi, sonetti, canzon e laude de la Gloriosa Madre de Dio Vergine Maria, una obra dedicada a la Virgen compuesta por Gasparino Borro, un sacerdote perteneciente a la Orden de sirvientes de María. En 1568, el Papa Pío V, en la Liturgia de las Horas, impuso a todos los sacerdotes a recitar el Padre Nuestro seguido de un Avemaría al comienzo de cada hora del Oficio Divino.

La oración del Avemaría hoy es, junto con el Padre Nuestro, una de las más difundidas y famosas, la que se repite con mayor frecuencia grabada en anillos y brazaletes de oración. El Rosario es todavía una práctica devocional extendida por todo el mundo, y la corona del Rosario a menudo trasciende la práctica de la oración misma, convirtiéndose en un amuleto de buena suerte, una protección contra el mal, una forma de sentir siempre a María a nuestro lado.

Así es como el Papa Francisco nos lleva al redescubrimiento de esta maravillosa oración:

El Arcángel Gabriel se dirige a María y la llama “llena de gracia” (Lc 1,28). De la misma manera nos dirigimos a la Virgen María cuando oramos: Dios te salve María, llena de gracia.

El Papa Francisco explica el significado de esta apertura: en María “no hay lugar para el pecado, porque Dios siempre la ha elegido como la madre de Jesús y la ha preservado del pecado original”.

Continuando dirigiéndose a María, Gabriel agrega: “El Señor está contigo”

El Papa Francisco explica que, como el Señor ha estado con María, así que puede ser con todos nosotros, si estamos dispuestos a recibir Su palabra y seguir Sus dictados.

“Es como si Dios adquiriera carne en nosotros. Él viene a habitar en nosotros, porque toma morada en aquellos que le aman y cumplen su Palabra. No es fácil entender esto, pero, sí, es fácil sentirlo en el corazón […] ¿Pensamos que la encarnación de Jesús es sólo algo del pasado, que no nos concierne personalmente? Creer en Jesús significa ofrecerle nuestra carne, con la humildad y el valor de María”.

El ángel continúa y le dice a María: “Bendita tú eres entre todas las mujeres”

Recordamos que María era una chica humilde y modesta, probablemente incapaz de entender completamente el plan de Dios, el destino que Él tenía reservado para ella. Y, sin embargo, no dudó en aceptarlo. ¿Qué la hace tan especial, bendita entre las mujeres? Simplemente su simplicidad.

A la pregunta de cómo eligió seguir su fe María, el Papa Francisco responde: “La vivió en la sencillez de las mil ocupaciones y preocupaciones cotidianas de cada mamá, como proveer al alimento, al vestido, la atención de la casa… Precisamente esta existencia normal de la Virgen fue el terreno donde se desarrolló una relación singular y un diálogo profundo entre ella y Dios, entre ella y su Hijo.”

La oración continúa: “Bendito el fruto de tu vientre, Jesús”

María no se limitó a consentir que el Hijo de Dios se convirtiera en carne y sangre en su vientre. “Primero concibió la fe y luego el Señor”, dice el Papa Francisco. Su elección no es pasiva, ella primero acepta el Espíritu Santo en el corazón y luego en el vientre. “Como, a nivel físico, recibe el poder del Espíritu Santo pero después da la carne y la sangre al Hijo de Dios que se forma en Ella, así, en el plano espiritual, acoge la gracia y corresponde a ella con la fe”.

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La segunda parte de la oración del Avemaría se abre con una nueva invocación a Nuestra Señora, que ahora se llama: “Santa María, Madre de Dios”

Como dijimos antes, ser Madre de Jesús la hace única entre nosotros, los hombres y Dios. El Papa Francisco dice: “nos precede y continuamente nos confirma en la fe, en la vocación y en la misión. Con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios, nos ayuda a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio gozoso y sin fronteras”.

Incluso la petición “Ruega por nosotros pecadores” está vinculada al papel de María como intermediaria entre nosotros y Dios, la madre de todos los hombres, infinitamente buena y misericordiosa, atenta a nuestras necesidades, siempre dispuesta a aconsejarnos. El Papa Francisco dice: “Este es el don del consejo. Ustedes mamás que tienen este don, pídanlo para sus hijos. El don de dar consejo a los hijos es un don de Dios”.

El Papa concluye su explicación del Avemaría explicando el último versículo: “Ahora y en la hora de nuestra muerte”

El Papa dice que debemos confiar en ella “para que Ella, como Madre de nuestro hermano primogénito, Jesús, nos enseñe a tener su mismo espíritu materno hacia nuestros hermanos, con la capacidad sincera de acoger, perdonar, dar fuerza e infundir confianza y esperanza. Esto es lo que hace una mamá”.

Siguiendo el ejemplo de María, aceptando la carga que Dios ha elegido para nosotros, ya hemos comenzado en un camino impracticable, pero eso nos garantizará la salvación, y en cada instante, ahora y en la hora de nuestra muerte, nuestra Madre celestial estará a nuestro lado.

Esta visión de Nuestra Señora como la madre de todos fue realzada por el Papa Francisco a lo largo de su pontificado. En particular, en 2013, al final de la Misa celebrada el 13 de octubre en San Pedro, con motivo de la Jornada Mariana, consagró el mundo entero a la Virgen de Fátima. Esta consagración se informa en el libro del Papa dedicado a Nuestra Señora “María. Madre de todos”.


GOTITAS ESPIRITUALES.

Vamos, pues, a clasificar y dividir los grandes fenómenos de la mística a base de esos tres grandes aspectos de la vida humana: el intelectual, el afectivo y el orgánico, Tres serán, según esto, las series de fenómenos que
vamos a examinar:
a) Fenómenos de orden cognoscitivo.
b) Fenómenos de orden afectivo.
c) Fenómenos de orden corporal.
Cada una de estas series tendrá sus correspondientes subdivisiones, como veremos. Y al estudiar los fenómenos en particular, procuraremos tener el siguiente estilo: ante todo, expondremos el hecho en sí mismo y en sus principales
variedades—si las tiene—; a continuación señalaremos sus causas, y finalmente, examinaremos sus falsificaciones en el orden natural y en el preternatural, dando—si el caso lo requiere—las principales normas para su discernimiento.




I. FENÓMENOS DE ORDEN COGNOSCITIVO
Los principales son los siguientes:

1o. Visiones.
2o. Locuciones.
3o. Revelaciones.
4o. Discernimiento de espíritus.
5.° Hierognosis.
6.° Otros fenómenos cognoscitivos.

Vamos a estudiarlos uno por uno siguiendo el orden enunciado.
Visiones

1. Noción.—Propiamente hablando, la visión se refiere únicamente al sentido de la vista. Puede definirse diciendo que es «la percepción de un objeto por los ojos corporales». Pero por extensión y analogía se aplica la palabra ver a los demás sentidos y a la misma inteligencia

2.En un sentido amplio y refiriéndolas a la Mística, podemos, pues, definir las visiones diciendo que son «percepciones sobrenaturales de un objeto naturalmente invisible para el hombre»
 


VESTIDURAS LITÚRGICAS.

Las oraciones que acompañan el proceso de vestir

Cuando el sacerdote viste las vestiduras litúrgicas, realiza un rito real, que contribuye al proceso de ‘despersonalización’, haciendo que el celebrante mismo, como un hombre común, se convierta durante el tiempo de la liturgia en alguien que no sea él mismo, una especie de emanación de Cristo.

Los textos de estas oraciones particulares a menudo se encuentran en la sacristía, aunque la mayoría de ellos ya no son obligatorios.

La ceremonia de vestir siempre comienza con la ablución de las manos, que anuncia la separación de todo lo que es ordinario y profano, para acercarse a una dimensión más espiritual y sagrada. La oración que acompaña a la ablución de las manos dice:

Da, Domine, virtutem manibus meis ad abstergendam omnem maculam; ut sine pollutione mentis et corporis valeam tibi servire. (Purifica, Señor, de toda mancha mis manos con tu virtud, para que pueda yo servirte con limpieza de cuerpo y alma. Amen).

Como ya hemos mencionado en relación con la lista de vestiduras litúrgicas, el proceso de vestir procede gradualmente, superponiendo a las varias vestiduras de acuerdo con las reglas codificadas a lo largo de los siglos.

Primero se pone el amito, la tela blanca cuya función es cubrir el cuello del sacerdote si el alba no es suficiente. Es una especie de ‘protección’ contra el mal y las tentaciones, un casco simbólico. La oración prevista para ponerse el amito de hecho recita: Impone, Domine, capiti meo galeam salutis, ad expugnandos diabólicos incursus. (Pon, Señor, sobre mi cabeza el yelmo de salvacion, para rechazar los asaltos del enemigo. Amen).

Posteriormente, el sacerdote se pone un alba, símbolo de pureza y santidad, un pase esencial para ascender a la gracia divina. Al usar el alba, el sacerdote debe recitar: Dealba me, Domine, et munda cor meum; ut, in sanguine Agni dealbatus, gaudiis perfruar sempiternis. (Hazme puro Señor, y limpia mi corazon, para que, santificado por la Sangre del Cordero, pueda gozar de las delicias eternas. Amen).

El alba se aprieta en la cintura con el cíngulo, que puede ser de diferentes colores, según el tiempo litúrgico. El cíngulo simboliza las virtudes de dominio de sí mismo, y el sacerdote recuerda a citar San Pablo: Praecinge me, Domine, cingulo puritatis, et exstingue in lumbis meis humorem libidinis; ut maneat in me virtus continentiae et castitatis. (Ciñeme Señor con el cingulo de Tu pureza, y borra en mis carnes el fuego de la conscupicencia, para que more siempre en mi, la Virtud de la continencia y la castidad. Amen).

La estola sacerdotal distingue al celebrante más que cualquier otra vestidura litúrgica. Mientras se la pone el sacerdote recita: Redde mihi, Domine, stolam immortalitatis, quam perdidi in praevaricatione primi parentis; et, quamvis indignus accedo ad tuum sacrum mysterium, merear tamen gaudium sempiternum. (Devuelveme Señor, la estola de la inmortalidad, que perdi con el pecado de mis primeros padres, y aun cuando me aceptas sin ser digno a celebrar tus Sagrados Misterios, haz que merezca el gozo Eterno. Amen).

Por fin, el sacerdote que está a punto de celebrar la Santa Misa se pone la casulla. La oración prevista retoma las palabras de Jesús: Domine, qui dixisti: Iugum meum suave est, et onus meum leve: fac, ut istud portare sic valeam, quod consequar tuam gratiam. Amen. (Señor, que has dicho, mi yugo es suave, y mi carga liviana, haz que la lleve a tu manera y consiga tu gracia. Amen)






GOTITAS ESPIRITUALES.

 

La oración del Ave María extendido a lo largo de los años

Es por eso que el Avemaría se ha convertido en una de las oraciones más famosas y difundidas, corazón de la práctica del Rosario, también eso dedicado enteramente a María, y de muchas otras prácticas devocionales.

Pensemos, por ejemplo, en la devoción de las tres Avemarías. Esta oración mariana muy popular fue creada por Santa Matilde de Hackeborn, una monja benedictina que vivió entre 1240 y 1298. Santa Matilde ya había recibido la visita de María en otras ocasiones, y alentada por este favor de parte de la Madre de Jesús, le pidió que la consolara en el momento de la muerte.

Nuestra Señora aceptó, pero como signo de compromiso y dedicación por parte de la Santa le pidió que recitara tres Avemarías especiales todos los días, con la intención de alabar a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y dar gracias por todos los maravillosos dones con los que Nuestra Señora había sido adornada.

La primera Avemaría estaría dirigida a Dios Padre que en su omnipotencia y omnisciencia tomó la más humilde de las niñas y le dio un poder casi igual al de Él, haciéndola omnipotente en el cielo y en la tierra.

La segunda Avemaría honraría Jesús, Hijo de Dios, que infunde a Nuestra Señora una conciencia y sabiduría inconcebibles para cualquier otro ser humano, permitiéndole disfrutar la visión de la Santísima Trinidad y compartir su luz.

La tercera Avemaría estaría dirigida al Espíritu Santo que invistió a Nuestra Señora de la plenitud del amor de la que está compuesto, haciéndola bueno, dulce y dócil sobre todas las mujeres y hombres de todos los tiempos. A cambio de este acto devocional, Nuestra Señora habría concedido a Santa Matilde, en el momento de su muerte, su presencia, su luz y todo su amor divino.

En la práctica, cada una de las tres oraciones se dirige a uno de los atributos conferidos a María por la Santísima Trinidad:

El poder otorgado por Dios Padre.

La sapiencia, la sabiduría dada por el Hijo.

El amor y la misericordia del Espíritu Santo.

Con esta práctica devocional se reconoce a María una excelencia incomparable en poder, sabiduría y misericordia. María es proclamada por la Iglesia como Poderosa Virgen, Madre de la Misericordia y Sede de la Sabiduría.

La práctica devocional de recitar el Avemaría tres veces todavía está muy extendida. Con ella queremos honrar a la Santa Madre y eventualmente solicitar su mediación para obtener una gracia o favor especial de Dios. De hecho, como Nuestra Señora le prometió a Santa Matilde su ayuda en el momento de la muerte, de la misma manera renueva su promesa por la vida y la muerte a aquellos que recitan las tres Avemarías todos los días.



GOTITAS LITÚRGICAS.

MATERIA DE SACRIFICIO.

Hubo quienes usaron otras materias

Como suele pasar con muchas otras cosas, ha habido –y hay–, quienes pretendieron corregirle la plana a Jesucristo en la elección que Él hizo acerca de la materia del sacrificio eucarístico. El ridículo y la necedad suelen hacer brillar con mayor esplendor la verdad y la sabiduría. Los artotyritas, como dice San Agustín y Teodoreto, usaban de pan y queso, porque suponían que era lo que los primeros hombres ofrecían a Dios, como dice el Génesis, que eran los frutos de la tierra y de los animales, simbolizados en los productos indicados: el fruto de la tierra, y el queso, hecho de leche de ovejas.

Los catafrigios y pepucianos usaban pan de harina amasado con sangre de niños, para manifestar la realidad sacrificial de la eucaristía con la sangre inocente de los niños. (😎

Los ebionitas y encatritas sólo ofrecían agua –de ahí que también se los llamara acuarios–, bajo pretexto de sobriedad. En esto los imitaron los severianos y los maniqueos. Otros usaron sólo agua por miedo en tiempo de las persecuciones, a quienes reprende San Cipriano9 . El Papa Julio10  reprende a los que «guardan durante el año un paño empapado en mosto y, cuando quieren sacrificar, lavan en agua una de sus partes y así ofrecen».

Los calvinistas sostienen que en caso de necesidad se puede usar como materia todo lo que tenga alguna analogía con él y con el vino.

Hace años escuché a alguno argüir en contra del pan y del vino porque en Alaska no se dan , no dándose cuenta que si el Señor hubiese elegido una materia que abundara en Alaska, ésta, probablemente faltaría en el resto del mundo. Más modernamente, en Estados Unidos uno propuso que sería más popular que la materia fuese pizza y Coca–Cola. En Salta un delirante afirmó que el pan de trigo era cancerígeno y algunos periodistas en vez de apuntar a las panaderías, apuntaron a la Eucaristía; y no faltó quien dijo que la materia se podía cambiar si Roma lo autorizaba, ignorando que ni un Papa ni todos los Papas juntos, ni un Concilio ni todos los Concilios juntos, pueden cambiar la materia establecida por Jesucristo.

 8 cfr. San Epifanio, Haer. 48, 14.




ALMA.

El alma, lejos de ser una “parte” que juntamente con el “cuerpo compone el ser humano, designa al hombre entero en cuanto animado por un espíritu de vida. Propiamente hablando, no habita en un cuerpo, sino que se expresa por el cuerpo, el cual, al igual que la carne, designa también al hombre entero. Si el alma, en virtud de su relación con el Espíritu, indica en el hombre su origen espiritual, esta “espiritualidad” tiene profundas raíces en el mundo concreto.


¿Es lícito mezclar vino y agua?

Absolutamente sí. Además del hecho de que, al tiempo de Jesús, era normal diluir el vino con agua, también hay una razón simbólica. El agua simboliza la naturaleza humana de Jesús mezclada con la divina representada por el vino de misa. Aun así, agua y vino mezclándose recuerdan Jesús que atrayéndonos a sí mismo toma nuestros pecados y los elimina.



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Amén. El término amén, lejos de corresponder siempre exactamente a la traducción actual de “Así sea ¡” que expresa un mero deseo, pero no una certeza, significa, ante todo: Ciertamente, verdaderamente, seguramente o sencillamente: Sí. En efecto, este adverbio deriva de una raíz hebraica que implica firmeza, solidez, seguridad (cfr. Fe). Decir amén es proclamar que se tiene por verdadero lo que se acaba de decir, con miras a ratificar una proposición o a unirse a una plegaria. 1. Compromiso y aclamación. El amén que confirma un dicho puede tener un sentido débil, como cuando decimos “Sea” (Jer 28,6). Pero las más de las veces es una palabra que compromete: con ella muestra uno su conformidad con alguien (1Re 1,36) o acepta una misión (Jer 11,5), asume la responsabilidad de un juramento y del juicio de Dios que le va a seguir (Núm. 5,22). Todavía más solemne es el compromiso colectivo asumido en el momento de la renovación litúrgica de la alianza (Dt 27,15-26; Neh 5,13). En la liturgia puede este término adquirir también otro valor; si uno se compromete frente a Dios, es que tiene confianza en su palabra y se remite a su poder y a su bondad; esta adhesión total es al mismo tiempo “bendición de aquel al que uno se somete (Neh 8,6); es una oración segura de ser escuchada (Tob 8,8; Jdt 15,10). El amén es entonces una aclamación litúrgica, y y en este concepto tiene su puesto después de las doxologías (1 Cr 16,36); en el NT tiene con frecuencia este sentido (Rom 1,25; Gal 1,5;2 Pe 3,18; Heb 13,21). Siendo una aclamación por la que la asamblea se une al que ora en su nombre, el amén supone que para adherirse a las palabras oídas se comprende su sentido (1 Cor 14,16). Finalmente, el amén, como adhesión y aclamación, concluye los cánticos de los elegidos, en la liturgia del cielo (Ap 5,14; 19,4), donde se une al aleluya.

CUANDO UNA PERSONA SE HA IDO. VÍSPERAS DE TODOS LOS SANTOS. NO LLORES SI ME AMAS. No llores si me amas... Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo... Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos... si por un instante pudieras contemplar como yo la belleza ante la cual las bellezas palidecen... Créeme. Cuando llegue el día que Dios ha fijado y conoce, y tu alma venga a este cielo en el que te ha precedido la mía... ese día volverás a verme. sentirás que te sigo amando, que te amé, y encontrarás mi corazón con todas sus ternuras purificadas. volverás a verme en transfiguración, en éxtasis feliz. Ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo, que te llevaré de la mano por los senderos nuevos de luz y de vida. Enjuga tu llanto y no llores si me amas. (San Agustín)

LA FELICIDAD DE JESÚS. José Antonio Pagola

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