PREGUNTA DE UN CATÓLICO-POR QUÈ EL PAN FUE TRANSFORMADO EN HOSTIA?

 



PREGUNTA DE UN CATÓLICO-POR QUÈ EL PAN FUE TRANSFORMADO EN HOSTIA?

 

TERCERA PARTE

En la Edad Media, como se dijo, la cocción de las hostias se llevaba a cabo en tres o cuatro fiestas principales del año. Esta práctica fue abandonada más tarde a causa del posible cambio químico en la sustancia del pan cuando se guarda durante tanto tiempo. San Carlos Borromeo les ordenó a todos los sacerdotes de su diócesis que para el Santo Sacrificio se utilizaran sólo hostias de menos de veinte días de hechas. La Congregación de Ritos condenó el abuso de consagrar hostias que en invierno se habían hecho con tres meses de anticipación y en verano, con seis.

Algunas prescripciones de las Iglesias Orientales son dignas de destacar; por otra parte, algunas de ellas todavía están en uso. Las Constituciones atribuidas a San Cirilo de Alejandría establecen que el pan eucarístico se cueza en el horno de la iglesia (Renaudot, "Liturg orient. coll.", I, 189); entre los coptos, sirios, jacobitas, melquitas, nestorianos y armenios los panes de altar deben ser horneados el mismo día de su consagración. En la "Colección Canónica" de Bar-Salibi existen prescripciones relativas a la elección del trigo, pero que difieren ligeramente de las de Occidente. En Etiopía, cada iglesia debe tener un horno especial para la elaboración de las hostias.

En Grecia y Rusia, los panes de altar son elaborados por los sacerdotes, las viudas, las esposas o hijas de sacerdotes, o por las llamadas calogerae, es decir, monjas; mientras que en Abisinia se excluye a las mujeres de esa tarea.

Los nestorianos de Malabar, después de amasar la harina con la levadura, están acostumbrados a trabajar en alguna de la levadura que quedó de la cocción anterior. Ellos creen que esta práctica se remonta a los primeros tiempos del cristianismo y que conserva la levadura llevada a Siria por los santos Tomás y Tadeo, ya que, según otra tradición nestoriana, los Apóstoles, antes de su separación, celebraban la liturgia en común y cada uno se llevaba una porción del pan entonces consagrado.

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Amén. El término amén, lejos de corresponder siempre exactamente a la traducción actual de “Así sea ¡” que expresa un mero deseo, pero no una certeza, significa, ante todo: Ciertamente, verdaderamente, seguramente o sencillamente: Sí. En efecto, este adverbio deriva de una raíz hebraica que implica firmeza, solidez, seguridad (cfr. Fe). Decir amén es proclamar que se tiene por verdadero lo que se acaba de decir, con miras a ratificar una proposición o a unirse a una plegaria. 1. Compromiso y aclamación. El amén que confirma un dicho puede tener un sentido débil, como cuando decimos “Sea” (Jer 28,6). Pero las más de las veces es una palabra que compromete: con ella muestra uno su conformidad con alguien (1Re 1,36) o acepta una misión (Jer 11,5), asume la responsabilidad de un juramento y del juicio de Dios que le va a seguir (Núm. 5,22). Todavía más solemne es el compromiso colectivo asumido en el momento de la renovación litúrgica de la alianza (Dt 27,15-26; Neh 5,13). En la liturgia puede este término adquirir también otro valor; si uno se compromete frente a Dios, es que tiene confianza en su palabra y se remite a su poder y a su bondad; esta adhesión total es al mismo tiempo “bendición de aquel al que uno se somete (Neh 8,6); es una oración segura de ser escuchada (Tob 8,8; Jdt 15,10). El amén es entonces una aclamación litúrgica, y y en este concepto tiene su puesto después de las doxologías (1 Cr 16,36); en el NT tiene con frecuencia este sentido (Rom 1,25; Gal 1,5;2 Pe 3,18; Heb 13,21). Siendo una aclamación por la que la asamblea se une al que ora en su nombre, el amén supone que para adherirse a las palabras oídas se comprende su sentido (1 Cor 14,16). Finalmente, el amén, como adhesión y aclamación, concluye los cánticos de los elegidos, en la liturgia del cielo (Ap 5,14; 19,4), donde se une al aleluya.

CUANDO UNA PERSONA SE HA IDO. VÍSPERAS DE TODOS LOS SANTOS. NO LLORES SI ME AMAS. No llores si me amas... Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo... Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos... si por un instante pudieras contemplar como yo la belleza ante la cual las bellezas palidecen... Créeme. Cuando llegue el día que Dios ha fijado y conoce, y tu alma venga a este cielo en el que te ha precedido la mía... ese día volverás a verme. sentirás que te sigo amando, que te amé, y encontrarás mi corazón con todas sus ternuras purificadas. volverás a verme en transfiguración, en éxtasis feliz. Ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo, que te llevaré de la mano por los senderos nuevos de luz y de vida. Enjuga tu llanto y no llores si me amas. (San Agustín)

LA FELICIDAD DE JESÚS. José Antonio Pagola

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