CUENTOS E HISTORIAS PARA CATEQUIZAR




CUENTOS E HISTORIAS PARA CATEQUIZAR

EL NIÑO EN EL TABERNÁCULO.

 

Discípulos de la eucaristía vengan y escuchen esta maravillosa historia que revela a Jesús en el Sacramento del altar. Me fue contada en un reciente viaje a la Inglaterra protestante.

Sucedió un día que un buen y santo misionero, mientras predicaba por los campos de ese país, consiguió reunir en torno a si a un grupo de niños pequeños. Como tema de su predicación eligió enseñarles la presencia real de Jesús en el Tabernáculo. Con su corazón embargado por la emoción les habló a los niños de cómo Jesús, por obra de un dulce milagro, permanece siempre encerrado y cautivo en los altares de nuestras iglesias esperando nuestra visita.

Nada más escuchar esto sucedió que uno de los niños se levantó apresuradamente de en medio del grupo y sin perder un instante salió corriendo en dirección a la iglesia más cercana. Una vez en su interior se acercó al Tabernáculo y aunque era todavía demasiado pequeño, consiguió con gran esfuerzo subirse a lo alto del altar y sentarse a su lado. Fue ent6onces cuando con una fe pura e ingenua, comenzó a llamar a Nuestro Señor mientras golpeaba con suavidad la puertecita:

_Jesús, ¿estás allí?...

Pero nadie contestó a su llamada. Sin desanimarse a esta conmovedora audacia propia de su corta edad, volvió de nuevo a golpear esta vez un poco más fuerte la puerta con los nudillos de su pequeña manita:

_ ¿Estás allí, Jesús? Por favor contéstame…como nos dicen que lo haces siempre en las clases de catecismo…

Y esperó unos instantes…Pero a pesar de que prestaba mucha atención sus oídos no conseguían escuchar ningún sonido del interior del Tabernáculo. “Debe ser que Jesús esta ahora dormido”, pensó entonces el niño. Y decidido, se dijo a si mismo: “Voy a despertarlo con delicadeza para no asustarlo”.

_Oh mi pequeño Jesús, te quiero, te adoro, creo en Ti, contéstame. Yo te suplico que me hables…

¡Oh gracia! ¡Oh prodigio! ¡Oh milagro!...Ante esta oración de tanta ternura Jesús ya no pudo resistir más y desde el fondo de su Tabernáculo dejó escapar finalmente su voz:

_Soy Jesús y vivo en este lugar donde mi inmenso amor por los hombres me tiene prisionero. Desde aquí consuelo a todo el que llora. Y tú, amado niño, ¿qué es lo que quieres de mi?

El niño, ya muy contento, le respondió con voz candorosa:

_Es mi padre…No se encuentra bien… Te pido por favor que lo conviertas. Haz que te conozca y ame tu Nombre…

_Hágase como quieres. Te concedo tu deseo-le respondió Jesús. Anda, vete ahora a tu casa que ya la tarde está cayendo y tus padres te están esperando.

Desbordado por la alegría de haber sido escuchado por Jesús, el niño regresó a su casa más obediente y piadoso que nunca. Al día siguiente se obró un milagro conmovedor: sin que hubiera contado nada de lo sucedido en la iglesia, su padre tomó la repentina decisión de acudir a la iglesia y confesarse tras haber permanecido muchos años completamente alejado de ella. Cuando regresó a su casa, volvió como un hombre nuevo renacido a la fe.

Y así termina esta historia que me contaron en la Inglaterra protestante. ¡Oh Jesús! Gran amigo de los niños y lleno de compasión con los pobres pecadores, ¿quién dejará de reconocer tu infinita bondad en el relato de esta historia que me contaron? Yo la recordaré por siempre…Y también llamaré a tu puerta todos los días. Si no consigo oír tu voz como aquel niño, poco importa pues se que tu Corazón siempre me escucha.

Oh Jesús, que te quedaste con nosotros, prisionero en el Sagrario, haz que te llevemos constantemente en nuestro corazón para que, haciéndote así agradable compañía en la tierra, merezcamos estar un día contigo en el Cielo.


CUENTOS E HISTORIAS PARA CATEQUIZAR.

EL CIEGO Y LA ROSA.

Un ciego caminaba lentamente por un camino. Al serle desconocido, cada paso que daba lo tanteaba bien con su viejo bastón.

De pronto sintió un agradable olor a ROSAS. Siguió adelante, con cuidado hasta tocar con el bastón el rosal. Con cuidado para no pincharse cortó una ramita del rosal, la acercó a su rostro y , olfateándola , se recreo con su perfume.

El ciego preguntó a la ramita: ¿eres tú la Rosa? _ la ramita le contestó complacida y sincera: " NO SOY LA ROSA, PERO ESTABA JUNTO A LA ROSA Y POR ESO HUELO. "

Moraleja:

_ Quien está junto a la rosa, huele a rosa

_Quien está junto a la basura, huele a basura.

_Quien tiene malos amigos, termina siendo malo.

_Quien tiene buenos amigos, cada día es mejor.

_ Y el mejor amigo es JESÚS, que está en el sagrario, en la Eucaristía

" JESÚS OYE NUESTRO CORAZÓN, AUNQUE NO PRONUNCIEMOS PALABRAS.






¿QUÉ ES EL AMOR?.

CUENTOS E HISTORIAS PARA CATEQUIZAR.

 

En una de las salas de un colegio había varios niños. Uno de ellos preguntó: _Maestra…¿qué es el amor?

La maestra sintió que la creatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en hora de recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajesen lo que más despertase en ellos el sentimiento del amor.

Los chicos salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo:

_Quiero que cada uno muestre lo que trajo consigo.

El primer alumno respondió:

_Yo traje esta flor, ¿no es linda?

Cuando llegó su turno, el segundo alumno dijo:

_Yo traje esta mariposa. Vea el colorido de sus alas; la voy a colocar en mi colección.

El tercer alumno completó:

_Yo traje este pichón de pajarito que se cayó del nido, hermano: ¿no es gracioso?

Y así los chicos, uno a uno, fueron colocando lo que habían recogido en el patio. Terminada la exposición, la maestra notó que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido quieta durante todo el tiempo, Se sentía avergonzada porque no había traído nada. La maestra se dirigió a ella y le preguntó:

_Muy bien: ¿y tú?, ¿no has encontrado nada?

La criatura, tímidamente, respondió:

_Disculpe, maestra. Vi la flor y sentí su perfume; pensé en arrancarla pero preferí dejarla para que exhalase su aroma por más tiempo. Vi también la mariposa, suave, colorida, pero parecía tan feliz que no tuve el coraje de aprisionarla. Vi también el pichoncito caído entre las hojas, pero…al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí devolverlo al nido.

Por lo tanto, maestra, traigo conmigo el perfume de la flor, la sensación de libertad de la mariposa y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito. ¿Cómo puedo mostrar lo que traje?. La maestra agradeció a la alumna y le dio la nota máxima, considerando que había sido la única que logró percibir que sólo podemos traer el amor en el corazón.

Sabes, esto me lo envió quien me enseñó, que el amor no es Tomar, Arrancar, Capturar, Forzar, Ganar o Perder.

Amar es llevar en el alma, es Recordar, es Disfrutar, Amar es ser LIBRE Y DEJAR LIBRE.

La imagen puede contener: flor, planta y naturaleza





CUENTOS E HISTORIAS PARA CATEQUIZAR.

DOS HOMBRES.

Dos hombres, ambos muy enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno se le permitía sentarse en su cama cada tarde, durante una hora, para ayudarle a drenar el líquido de sus pulmones.

Su cama daba a la única ventana de la habitación. El otro hombre tenía que estar todo el tiempo boca arriba. Los dos charlaban durante horas.

Hablaban de sus mujeres y sus familias, sus hogares, sus trabajos, su estancia en el servicio militar, donde había estado de vacaciones. Y cada tarde, cuando el hombre de la cama junto a la ventana podía sentarse, pasaba el tiempo describiendo a su vecino todas las cosas que podía ver desde la ventana.

El hombre de la otra cama empezó a desear que llegaran esas horas, en que su mundo se ensanchaba y cobraba vida con todas las actividades, colores del mundo exterior.

La ventana daba a un parque con un precioso lago. Patos y cisnes jugaban en el agua, mientras los niños lo hacían con sus cometas. Los jóvenes enamorados paseaban de la mano, entre flores de todos colores del arco iris. Grandes árboles adornaban el paisaje, y se podía ver en la distancia una bella vista de la línea de la ciudad.

El hombre de la ventana describía todo esto con un detalle exquisito, el del otro lado de la habitación cerraba los ojos e imaginaba la idílica escena. Una tarde calurosa, el hombre de la ventana describió un desfile que estaba pasando. Aunque el otro hombre no podía oír a la banda, podía verlo, con los ojos de su mente, exactamente como lo describía el hombre de la ventana con sus mágicas palabras.

Pasaron días y semanas. Una mañana, la enfermera de día entró con el agua para bañarles, encontrándose el cuerpo sin vida del hombre de la ventana, que había muerto plácidamente mientras dormía. Se llenó de pesar y llamó a los ayudantes del hospital, para llevarse el cuerpo.

Tan pronto como lo consideró apropiado, el otro hombre pidió ser trasladado a la cama al lado de la ventana. La enfermera le cambió encantada y, tras asegurarse de que estaba cómodo, salió de la habitación. Lentamente, y con dificultad, el hombre se irguió sobre el codo, para lanzar su primera mirada al mundo exterior; por fin tendría la alegría de verlo el mismo. Se esforzó para girarse despacio y mirar por la ventana al lado de la cama… y se encontró con una pared blanca.

El hombre preguntó a la enfermera que podría haber motivado a su compañero muerto para describir cosas tan maravillosas a través de la ventana. La enfermera le dijo que el hombre era ciego y que no habría podido ver ni la pared, y le indico: “Quizás sólo quería animarle a usted”

Epilogo: Es una tremenda felicidad el hacer felices a los demás, sea cual sea la propia situación.

El dolor compartido es la mitad de pena, pero la felicidad, cuando se comparte, es doble. Si quiere sentirse rico, solo cuente todas las cosas que tiene y que el dinero no puede comprar.

“Hoy es un regalo, por eso se llama el presente”.




San Giovanni Rotondo es un pueblo al sur de Italia. Fue el hogar del Padre Pío hasta su muerte en septiembre de 1968.

Es famosa la historia de este joven sacerdote que quiso ir a ver al Padre Pío porque estaba seguro, de alguna manera misteriosa, de que el famoso fraile capuchino le daría un consejo para mejorar su vida y poder agradar a Dios en todo.

Logró viajar a San Giovanni y a los días de estar allí pudo confesarse con el Padre Pío. El buen sacerdote esperó inútilmente aquel consejo que nunca llegó.

El Padre Pío no le obsequió una palabra de consuelo, consejos o advertencias para mejorar su vida espiritual. Volvió desilusionado a su pueblo sin saber qué pensar y a todos les contó de su viaje y su gran decepción.

Algo inusual

—Fui a confesarme con el santo Padre Pío y no me dijo nada—se quejaba—. Me marché sin recibir el consejo que tanto esperé y que estaba seguro que me iba a dar.

Un joven que se encontraba presente le sugirió:

—Padre, píenselo bien. Usted se encontraba frente a un hombre santo. ¿Ocurrió algo inusual durante esa confesión?

—Ahora que lo mencionas, sí… pero no le presté atención hasta ahora que lo mencionas. El Padre Pío con gran solemnidad  trazó frente a mí la señal de la cruz, pero lo hacía con tal lentitud que me impacienté y pensé que nunca acabaría.

—Allí está —le respondió el joven —. Tal vez usted es un poco descuidado y debe hacerla más lentamente, con profundo respeto y más devoción.

—Es verdad—dijo el sacerdote —. Debo reconocerlo. A veces la hago apurado, sin prestar atención, con descuido. Verdaderamente el Padre Pío me ha dado una gran lección y un estupendo consejo.

¿Cómo haces la señal de la cruz?



Una señora tenía la costumbre de irse a confesar donde San Felipe Neri y casi siempre tenía el mismo cuento que decir: el de calumniar a sus vecinos. Por eso, san Felipe, le dijo:
– De penitencia vas a ir al mercado, compras un pollo y me lo traes a mí. Pero de regreso lo vas desplumando, arrojando las plumas en las calles conforme caminas.
La señora pensó que ésta era una penitencia rara, pero deseando recibir la absolución, hizo conforme se le había indicado y por fin regresó donde san Felipe.
– Bueno, Padre, he completado mi penitencia.
Y le mostró el pollo desplumado.
– Oh, de ningún modo la has completado – le dijo el santo. Ahora regresarás al mercado y en el camino recoges todas las plumas y las pones en una bolsa. Entonces regresas donde mí con la bolsa”.
– ¡Pero eso es imposible! –lloró la señora–, ¡esas plumas deben de estar ahora por toda la ciudad!.
– Es cierto –replicó el santo–, pero tienes aún menor oportunidad de recoger todos los cuentos que has dicho sobre tus vecinos.
De esta forma la mujer por fin entendió el gran daño que hacía con sus chismes y calumnias.




PAN DE CRISTO.

Relato verídico de un hombre llamado Víctor.

Al cabo de meses de encontrarse sin trabajo, se vio obligado a recurrir a la mendicidad para sobrevivir, cosa que detestaba profundamente.

Una fría tarde de invierno se encontraba en las inmediaciones de un club privado cuando observó a un hombre y su esposa que entraban al mismo.

Víctor le pidió al hombre unas monedas para poder comprarse algo de comer. 

- Lo siento, amigo, pero no tengo nada de cambio -replicó éste. La mujer, que oyó la conversación, preguntó:

- ¿Qué quería ese pobre hombre?

- Dinero para una comida. Dijo que tenía hambre -respondió su marido.

- Lorenzo, no podemos entrar a comer una comida suntuosa que no necesitamos y ¡Dejar a un hombre hambriento aquí afuera!

- Hoy en día hay un mendigo en cada esquina! Seguro que quiere el dinero para beber.

-¡Yo tengo un poco de cambio! Le daré algo. 

Aunque Víctor estaba de espaldas a ellos, oyó todo lo que dijeron, avergonzado, quería alejarse corriendo de allí, pero en ese momento oyó la amable voz de la mujer que le decía:

- Aquí tiene unas monedas. Consígase algo de comer, aunque la situación está difícil, no pierda las esperanzas. En alguna parte hay un empleo para usted. Espero que pronto lo encuentre.

-¡Muchas gracias, señora! Me ha dado usted ocasión de comenzar de nuevo y me ha ayudado a cobrar ánimo. Jamás olvidaré su gentileza.

-Estará usted comiendo El Pan de Cristo! Compártalo -dijo ella con una cálida sonrisa dirigida más bien a un hombre y no a un mendigo.

Víctor sintió como si una descarga eléctrica le recorriera el cuerpo, encontró un lugar barato donde comer, gastó la mitad de lo que la señora le había dado y resolvió guardar lo que le sobraba para otro día, comería el pan de Cristo dos días. Una vez más, aquella descarga eléctrica corría por su interior. ¡El Pan de Cristo!

-¡Un momento! -pensó-. No puedo guardarme el pan de Cristo solamente para mí mismo.

Le parecía estar escuchando el eco de un viejo himno que había

aprendido en la escuela dominical. En ese momento pasó a su lado un anciano.

-Quizás ese pobre anciano tenga hambre -pensó-.

Tengo que compartir el pan de Cristo.

- Oiga -exclamó Víctor-. ¿Le gustaría entrar y comerse una buena comida?

El viejo se dio vuelta y lo miró con descreimiento.

- ¿Habla usted en serio, amigo? El hombre no daba crédito a su buena fortuna hasta que se sentó a una mesa cubierta con un hule y le pusieron delante un plato de guiso caliente.

Durante la cena, Víctor notó que el hombre envolvía un pedazo de pan en su servilleta de papel.

¿Está guardando un poco para mañana? -le preguntó.

- No, no. Es que hay un chico que conozco por donde suelo frecuentar, la ha pasado mal últimamente y estaba llorando cuando lo dejé, tenía hambre. Le voy a llevar el pan.

- El Pan de Cristo! Recordó nuevamente las palabras de la mujer y tuvo la extraña sensación de que había un tercer Convidado sentado a aquella mesa. A lo lejos las campanas de una iglesia parecían entonar a los dos el viejo himno que le había sonado antes en la cabeza.

Los dos hombres llevaron el pan al niño hambriento, que comenzó a engullírselo. De golpe se detuvo y llamó a un perro, un perro perdido y asustado.

- Aquí tienes, perrito. Te doy la mitad -dijo el niño. El Pan de Cristo alcanzará también para ti.

El niño había cambiado totalmente de semblante. Se puso de pie y

comenzó a vender el periódico con entusiasmo.

- Hasta luego -dijo Víctor al viejo-. En alguna parte hay un empleo para usted. Pronto dará con el. No desespere.

- ¿Sabe? -su voz se tornó en un susurró-. Esto que hemos comido es el Pan de Cristo. Una señora me lo dijo cuando me dio aquellas monedas para comprarlo. El futuro nos deparará algo bueno!

Al alejarse el viejo, Víctor se dio vuelta y se encontró con el perro que le olfateaba la pierna. 

Se agachó para acariciarlo y descubrió que tenía un collar que llevaba grabado el nombre del dueño. Víctor recorrió el largo camino hasta la casa del dueño del perro y llamó a la puerta.

Al salir éste y ver que había encontrado a su perro, se puso

contentísimo, de golpe la expresión de su rostro se tornó seria. Estaba por reprocharle a Víctor que seguramente había robado el perro para cobrar la recompensa, pero no lo hizo, Víctor ostentaba un cierto aire de dignidad que lo detuvo.

En cambio dijo:

- En el periódico vespertino de ayer ofrecí una recompensa. ¡Aquí tiene!

Víctor miró el billete medio aturdido.

- No puedo aceptarlo -dijo quedamente-. Solo quería hacerle un bien al perro.

- Téngalo! Para mi lo que usted hizo vale mucho más que eso,

le interesará un empleo?

Venga a mi oficina mañana, me hace mucha falta una persona íntegra como usted.

Al volver a emprender Víctor la caminata por la avenida, aquel viejo himno que recordaba de su niñez volvió a sonarle en el alma, se titulaba:

'Parte el Pan de Vida'...

'NO OS CANSÉIS DE DAR, PERO NO DEIS LAS SOBRAS, DAD HASTA SENTIRLO,

HASTA QUE DUELA'.

QUE EL SEÑOR NOS CONCEDA LA GRACIA DE TOMAR NUESTRA CRUZ Y SEGUIRLO,

AUNQUE DUELA.

ESPERO QUE SIRVA DE ALGO EN TU VIDA...

¡QUE DIOS LOS BENDIGA!




CUENTOS E HISTORIAS PARA CATEQUIZAR.

LA CICATRIZ

Una niñita invitó a su madre a una reunión de padres y maestros que se celebraba en la escuela primaria a la que asistía. Aunque la niña no deseaba que fuera, la madre aceptó la invitación. Sería la primera vez que sus compañeros de clase y su maestra vieran a su madre, y le daba vergüenza su aspecto. A pesar de que era una hermosa mujer, había una gran cicatriz que cubría casi todo el lado derecho de su rostro y la niña le impresionaba tanto que nunca quería hablar acerca de por qué o cómo se la había hecho.

En la conferencia, la gente quedó impresionada con la bondad y la belleza natural de su madre, a pesar de la cicatriz, pero la niña seguía avergonzada y se ocultó de todos. Sin embargo, se mantuvo a una distancia que le permitía escuchar lo que decían su madre y su maestra en una conversación, y esto fue lo que oyó: ¿Cómo se hizo esa cicatriz en la cara? Le preguntó la maestra.

La madre respondió: –Cuando mi hija nació, se incendió la habitación en la que dormía. Todos tenían demasiado miedo de entrar, porque el fuego estaba fuera de control, de manera que me arriesgue y entré.

Cuando corría hacia su cuna, vi que caía una viga del techo y me lance sobre mi hija para protegerla. El golpe me dejó inconsciente, pero gracias a Dios, entró un bombero y nos salvó a las dos. Esta cicatriz me acompañará por siempre, pero nunca lamentaré haber hecho lo que hice.

En ese punto, la niña se dio cuenta del sacrificio que su madre había hecho para salvarla y corriendo hacia ella con lágrimas en los ojos, la abrazó y la tomó de la mano durante el resto del día.

*Esta historia, me recuerda que también cuando estemos ante la presencia de Jesús podremos ver las cicatrices en sus manos, sus pies y costado. Y que Él, como la madre de la historia puso su vida para salvarnos de la muerte eterna.

Los hombres, sabemos reconocer los actos de valor y damos medallas de honor y declaramos héroes, a todos aquellos que han hecho algo por el bien de los demás, arriesgando su propia vida.

¿Serías capaz de reconocer como héroe, a Aquél que murió en la cruz del calvario para salvarte de la muerte eterna?

el bien y comparte este vídeo con quien necesite acercarse al buen Dios.




HISTORIAS Y CUENTOS PARA CATEQUIZAR.

EXCELENTE!!

En el primer día de clase, el profesor de “Introducción al Derecho” entró al aula y lo primero que hizo fue pedir el nombre de un estudiante que estaba sentado en la primera fila:

¿Cuál es su nombre?

Mi nombre es Nelson, Señor.

¡Fuera de mi clase y no vuelva nunca más! – Gritó el maestro desagradable.

Nelson estaba desconcertado. Cuando volvió en sí, se levantó rápidamente recogió sus cosas y salió de la habitación.

Todo el mundo estaba asustado e indignado, pero nadie habló.

¡Muy bien! – Vamos a empezar, dijo el profesor.

¿Para qué sirven las leyes? preguntó el maestro – los estudiantes seguían asustados, pero poco a poco empezaron a responder a su pregunta:

Para tener un orden en nuestra sociedad.

¡No! – Respondió el profesor.

Para cumplirlas.

¡No!

Para que las personas equivocadas paguen por sus acciones.

¡No!

¿Alguien sabe la respuesta a esta pregunta!

Para que se haga justicia – una muchacha habló con timidez.

¡Por fin! Es decir, por la justicia.

Y ahora, ¿qué es la justicia?

Todos empezaron a molestarse por la actitud tan vil del profesor.

Sin embargo, continuaron respondiendo:

A fin de salvaguardar los derechos

humanos…

Bien, ¿qué más ? – preguntó el maestro.

Para diferenciar el bien del mal, para recompensar a aquellos que hacen el bien …

Ok, no está mal, pero respondan a esta pregunta:

“¿Actué correctamente al expulsar a Nelson del aula?”

Todos estaban en silencio, nadie respondió.

Quiero una respuesta por unanimidad!

¡No! – Todos contestaron con una sola voz.

Se podría decir que he cometido una injusticia?

¡Sí!

¿Y por qué nadie hizo nada al respecto? Para que queremos leyes y reglas, si no tenemos la voluntad necesaria para practicarlas? Cada uno de ustedes tiene la obligación de hablar cuando es testigo de una injusticia. Todo. ¡No vuelvan a estar en silencio, nunca más! Vayan a buscar a Nelson – dijo. Después de todo, él es el maestro, yo soy un estudiante de otro período.

Aprendan que cuando no defendemos nuestros derechos, se pierde la dignidad y la dignidad no puede ser negociada.



CUENTOS E HISTORIAS PARA CATEQUIZAR.

LAS TORMENTAS.

Cuentan que un día un campesino le pidió a Dios le permitiera mandar sobre la Naturaleza para que según él le rindieran mejor sus cosechas. ¡Y Dios se lo concedió¡

Entonces cuando el campesino quería lluvia ligera, así sucedía; cuando pedía sol, éste brillaba en su esplendor; si necesitaba más agua, llovía más regularmente; etc.

Pero cuando llegó el tiempo de la cosecha, su sorpresa y estupor fueron grandes porque resultó un total fracaso. Desconcertado y medio molesto le preguntó a Dios por qué salió así la cosa, si él había puesto los climas que creyó convenientes.

Pero Dios le contestó “Tu pediste lo que quisiste, más no lo que de verdad convenía. Nunca pediste tormentas, y éstas son muy necesarias para limpiar la siembra, ahuyentar aves y animales que la consuman, y purificarla de plagas que la destruyan…”

Así nos pasa: queremos que nuestra vida sea puro amor y dulzura, nada de problemas.

El optimista no es aquel que no ve las dificultades, sino aquel que no se asusta ante ellas, no se echa para atrás. Por eso podemos afirmar que las dificultades son ventajas, las dificultades maduran a las personas, las hacen crecer.

Por eso hace falta una verdadera tormenta en la vida de una persona, para hacerla comprender cuánto se ha preocupado por tonterías por chubascos pasajeros.

LO IMPORTANTE NO ES HUIR DE LAS TORMENTAS SINO TENER FE Y CONFIANZA EN QUE PRONTO PASARÁN Y NOS DEJARÁN ALGO BUENO EN NUESTRAS VIDAS.

¡QUE DIOS TE BENDIGA SIEMPRE!





CUENTOS E HISTORIAS PARA CATEQUIZAR.

UNA HISTORIA DIDÁCTICA PARA CHICOS Y GRANDES.

PORQUÉ DE LA NAVIDAD.

Erase una vez un hombre que no creía en Dios. No tenía reparos en decir lo que pensaba de la religión y de las festividades religiosas, como la Navidad.

Su mujer, en cambio, era creyente y criaba a sus hijos en la fe en Dios y en Jesucristo, a pesar de los comentarios desdeñosos de su marido.

Una Nochebuena en que estaba nevando, la esposa se disponía a llevar a los hijos al oficio navideño de la parroquia de la localidad agrícola donde vivían. Le pidió al marido que los acompañara, pero él se negó.

-¡Qué tonterías! -arguyó-. ¿Por qué Dios se iba a rebajar a descender a la Tierra adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez!

Los niños y la esposa se marcharon y él se quedó en casa.

Un rato después, los vientos empezaron a soplar con mayor intensidad y se desató una ventisca. Observando por la ventana, todo lo que aquel hombre veía era una cegadora tormenta de nieve. Y decidió relajarse sentado ante la chimenea.

Al cabo de un rato, oyó un gran golpe; algo había golpeado la ventana. Luego, oyó un segundo golpe fuerte. Miró hacia afuera, pero no logró ver a más de unos pocos metros de distancia. Cuando empezó a amainar la nevada, se aventuró a salir para averiguar qué había golpeado la ventana. En un campo cercano descubrió una bandada de gansos salvajes. Por lo visto iban camino al sur para pasar allí el invierno, y se vieron sorprendidos por la tormenta de nieve y no pudieron seguir. Perdidos, terminaron en aquella finca sin alimento ni abrigo. Daban aletazos y volaban bajo en círculos por el campo, cegados por la borrasca, sin seguir un rumbo fijo. El agricultor dedujo que un par de aquellas aves habían chocado con su ventana.

Sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos.

-Sería ideal que se quedaran en el granero -pensó-. Ahí estarán al abrigo y a salvo durante la noche mientras pasa la tormenta.

Dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en par. Luego, observó y aguardó, con la esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto y entraran. Los gansos, no obstante, se limitaron a revolotear dando vueltas. No parecía que se hubieran dado cuenta siquiera de la existencia del granero y de lo que podría significar en sus circunstancias. El hombre intentó llamar la atención de las aves, pero solo consiguió asustarlas y que se alejaran más.

Entró a la casa y salió con algo de pan. Lo fue partiendo en pedazos y dejando un rastro hasta el establo. Sin embargo, los gansos no entendieron.

El hombre empezó a sentir frustración. Corrió tras ellos tratando de ahuyentarlos en dirección al granero. Lo único que consiguió fue asustarlos más y que se dispersaran en todas direcciones menos hacia el granero. Por mucho que lo intentara, no conseguía que entraran al granero, donde estarían abrigados y seguros.

-¿Por qué no me seguirán? -exclamó- ¿Es que no se dan cuenta de que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevada?

Reflexionando por unos instantes, cayó en la cuenta de que las aves no seguirían a un ser humano.

-Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos -dijo pensando en voz alta.

Seguidamente, se le ocurrió una idea. Entró al establo, agarró un ganso doméstico de su propiedad y lo llevó en brazos, paseándolo entre sus congéneres salvajes. A continuación, lo soltó. Su ganso voló entre los demás y se fue directamente al interior del establo. Una por una, las otras aves lo siguieron hasta que todas estuvieron a salvo.

El campesino se quedó en silencio por un momento, mientras las palabras que había pronunciado hacía unos instantes aún le resonaban en la cabeza:

-Si yo fuera uno de ellos, ¡entonces sí que podría salvarlos!

Reflexionó luego en lo que le había dicho a su mujer aquel día:

-¿Por qué iba Dios a querer ser como nosotros? ¡Qué ridiculez!

De pronto, todo empezó a cobrar sentido. Entendió que eso era precisamente lo que había hecho Dios. Diríase que nosotros éramos como aquellos gansos: estábamos ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios hizo que Su Hijo se volviera como nosotros a fin de indicarnos el camino y, por consiguiente, salvarnos. El agricultor llegó a la conclusión de que ese había sido ni más ni menos el objeto de la Natividad.

Cuando amainaron los vientos y cesó la cegadora nevada, su alma quedó en quietud y meditó en tan maravillosa idea. De pronto comprendió el sentido de la Navidad y por qué había venido Cristo a la Tierra. Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad. Hincándose de rodillas en la nieve, elevó su primera plegaria: "¡Gracias, Señor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta!"

Con este relato, les deseo con cariño una felicísima Navidad en la que el Niño Jesús les colme de bendiciones.



CUENTOS E HISTORIAS PARA CATEQUIZAR.

LAS FLORES DE FRANCIS.

 

En la clase de Teología Dogmática vimos "la posibilidad de negar a Dios" . Esta historia ilustra mucho mas y nos enriquece la fabulosa armonía y complejidad en la que Dios nos da con sabiduría y orden su Creación.

Un célebre filósofo escocés de apellido Beotti tuvo un día la idea de enseñar a su hijo Francis la exigencia intelectual de admitir un SER SUPREMO QUE RIGE EL UNIVERSO.

En el jardín de su casa trazó, con surcos, el nombre de su hijo. Los surcos eran de grandes dimensiones. En los surcos sembró semillas de variadas flores, pero cuidando que cada letra del nombre fuera de una flor distinta y cada flor del mismo color. Cubrió las semillas con tierra y esperó los resultados. Después de algunos días la fina lluvia escocesa hizo germinar las plantas y empezaron a aparecer las flores. Un día Francis llegó jadeante a decirle a su padre:

_Papá, papá, mi nombre está escrito con flores en el jardín. Cada letra es de una flor distinta y todas son de distintos colores. Ven y lo verás. Está muy claro mi nombre4: dice FRANCIS, Sí, papá, mi nombre está escrito con flores en letras grandes y muy claras.

Su padre sonrió sin dar importancia al asunto, pero el niño insistía:

_Ven a ver mi nombre escrito con flores. Ven y verás lo claro que está

_Eso no tiene nada de raro, hijo, es la casualidad, es el azar.

_No papá, no puede ser la casualidad. Mi nombre está muy claro, dice: FRANCIS, con letras muy grandes y muy hermosas.

_Fue el viento, hijo, que hizo volar las semillas y las fue sembrando y resultó tu nombre como podía haber resultado el mío o el de tu mamá.

_No, papá, replicaba el niño. Las flores nunca nacen ordenadas y menos en forma de letras y cada letra de distinto color y nunca formando un nombre muy claro. ¡Oh!, no, papá; algún ser inteligente ha andado en este asunto.

_Sí, hijo, he sido yo. Y lo he hecho para enseñarte que de la casualidad no puede surgir un orden complicado, sino que se requiere una inteligencia ordenadora. Fíjate en ti, hijo, ve tus manos, tus dedos, tus pies, tus ojos, tus oídos, tus brazos. Todo tan bien hecho, tan complicado, tan útil. La casualidad no ha podido juntarlos. Ni yo ni tu mamá te planeamos o te proyectamos. HAY OTRO PLANEADOR.

Graba siempre en tu corazón esta verdad: Los caminos certeros de los astros, la fecundidad de la tierra, la reproducción de los humanos, la belleza de la naturaleza, el resplandor de los luceros, las riquezas del universo tan variadas: desde el copo de nieve hasta la potencia de las olas, todo eso está en perfecta armonía y orden. Y ese orden no es ni puede ser fruto del azar ni de la casualidad; es fruto de la inteligencia y una inteligencia maravillosa. Un ser infinitamente inteligente dio el ser y el orden a cuanto vemos y a ese SER LO LLAMAMOS DIOS.

A Dios no lo podemos ver porque es un Espíritu, pero vemos su huella y la huella de Dios es la creación visible y ordenada

Y aquel niño_Francis_aprendió tan a fondo la lección que nunca en su vida tuvo dudas de la existencia de Dios. Cuanto leía en la Biblia sobre Dios sólo venía a enriquecer una convicción que ya poseía, ayudado por las reflexiones de su padre.





LAS FlORES DE FRANCIS.

Un célebre filósofo escocés de apellido Beotti tuvo un día la idea de enseñar a su hijo Francis la exigencia intelectual de admitir un SER SUPREMO QUE RIGE EL UNIVERSO.

En el jardín de su casa trazó, con surcos, el nombre de su hijo. Los surcos eran de grandes dimensiones. En los surcos sembró semillas de variadas flores, pero cuidando que cada letra del nombre fuera de una flor distinta y cada flor del mismo color. Cubrió las semillas con tierra y esperó los resultados. Después de algunos días la fina lluvia escocesa hizo germinar las plantas y empezaron a aparecer las flores. Un día Francis llegó jadeante a decirle a su padre:

_Papá, papá, mi nombre está escrito con flores en el jardín. Cada letra es de una flor distinta y todas son de distintos colores. Ven y lo verás. Está muy claro mi nombre4: dice FRANCIS, Sí, papá, mi nombre está escrito con flores en letras grandes y muy claras.

Su padre sonrió sin dar importancia al asunto, pero el niño insistía:

_Ven a ver mi nombre escrito con flores. Ven y verás lo claro que está

_Eso no tiene nada de raro, hijo, es la casualidad, es el azar.

_No papá, no puede ser la casualidad. Mi nombre está muy claro, dice: FRANCIS, con letras muy grandes y muy hermosas.

_Fue el viento, hijo, que hizo volar las semillas y las fue sembrando y resultó tu nombre como podía haber resultado el mío o el de tu mamá.

_No, papá, replicaba el niño. Las flores nunca nacen ordenadas y menos en forma de letras y cada letra de distinto color y nunca formando un nombre muy claro. ¡Oh!, no, papá; algún ser inteligente ha andado en este asunto.

_Sí, hijo, he sido yo. Y lo he hecho para enseñarte que de la casualidad no puede surgir un orden complicado, sino que se requiere una inteligencia ordenadora. Fíjate en ti, hijo, ve tus manos, tus dedos, tus pies, tus ojos, tus oídos, tus brazos. Todo tan bien hecho, tan complicado, tan útil. La casualidad no ha podido juntarlos. Ni yo ni tu mamá te planeamos o te proyectamos. HAY OTRO PLANEADOR.

Graba siempre en tu corazón esta verdad: Los caminos certeros de los astros, la fecundidad de la tierra, la reproducción de los humanos, la belleza de la naturaleza, el resplandor de los luceros, las riquezas del universo tan variadas: desde el copo de nieve hasta la potencia de las olas, todo eso está en perfecta armonía y orden. Y ese orden no es ni puede ser fruto del azar ni de la casualidad; es fruto de la inteligencia y una inteligencia maravillosa. Un ser infinitamente inteligente dio el ser y el orden a cuanto vemos y a ese SER LO LLAMAMOS DIOS.

A Dios no lo podemos ver porque es un Espíritu, pero vemos su huella y la huella de Dios es la creación visible y ordenada

Y aquel niño_Francis_aprendió tan a fondo la lección que nunca en su vida tuvo dudas de la existencia de Dios. Cuanto leía en la Biblia sobre Dios sólo venía a enriquecer una convicción que ya poseía, ayudado por las reflexiones de su padre.




EL ALMENDRO Y LA ABUBILLA.

“Alto y triunfante, muy erguido y apuntando hacia el cielo, un almendro sobresalía en el huerto.

Se sentía feliz cuando los agraciados cotorritas, con sus vivaces colores, o los gorriones elegantes y señoriales se correteaban sobre sus ramas. Hospedaba con gozo jilgueros, ruiseñores, y otros pájaros cantadores.

Pero un día una abubilla se posó sobre una de sus ramas. El pájaro apoyó su oreja sobre la corteza del árbol y percibió el hormigueo de las minúsculas pero voraces larvas que abundaban debajo de la corteza. Enfiló su largo pico encorvado en el tronco del almendro, y comenzó a extraer las larvas y a devorarlas.

El almendro cayó en una negra tristeza.

Ese pájaro escuálido, que hurgaba con el pico en su corteza y arruinaba su perfecto tronco, era verdaderamente insoportable.

El soberbio almendro hizo todo lo posible para echar a la abubilla que por fin un día se fue.

Desde ese momento las pequeñas larvas pudieron engordar en paz y lentamente invadieron todo el tronco. Una noche, un solo golpe de viento fue suficiente para quebrar al orgulloso árbol."

Esta anécdota es por sí misma elocuente, a veces las ayudas que requerimos son dolorosas y molestas, sin embargo reflexionemos lo siguiente:

Todos necesitamos ayuda: Si alguien "mete el pico debajo de tu piel", mostrándote tus defectos y faltas, no te enojes, ¡Dale las gracias! En vez de sacudírtelo como aun molesto insecto.

Hay que dejar la actitud de autosuficiencia que nos lleva a querer resolver nuestros propios problemas sin ayuda pues nunca seremos lo suficientemente objetivos para ver lo que nos resistimos a ver, lo suficientemente humilde para reconocer nuestros errores y disculparnos por ellos, ni lo suficientemente atinados para encontrar el mejor remedio a nuestros males.

Hay que tener la valentía suficiente para mostrar nuestras debilidades y miserias aun "consejero", persona sabia juiciosa y prudente que nos ayuda en nuestro proceso de crecimiento.

Hay que tener la valentía suficiente para mostrar nuestras debilidades y miserias aun "consejero", persona sabia juiciosa y prudente que nos ayuda en nuestro proceso de crecimiento.

El proceso de "limpieza" de nuestra alma y de "curación" de nuestras heridas puede ser doloroso, cansado y penoso, pero no por ello podemos dejar de hacerlo ya que si permitimos crecer el "cáncer" de nuestras miserias humanas y defectos terminaremos como el árbol del cuento, invadidos por completo, corroídos por dentro, muertos en vida y listos para derrumbarnos estrepitosamente ante los vientos de las dificultades cotidianas.

La "abubilla" que cada uno tenemos no es otra que la madre o el padre que nos corrige por nuestro bien, y que junto con los maestros, van modelando nuestra personalidad con firmeza y comprensión.

Una "abubilla" es también el amigo que en vez de callarse para evitar disgustos con nosotros, se atreve a hacernos ver cuando cometemos injusticias, cuando empezamos a engañar, a ser deshonestos o a ir nos por mal camino.

"Abubillas" son las autoridades civiles que nos exigen cumplir las leyes de tránsito, respetar el orden público y la propiedad y pertenencias de los demás, pagar impuestos que contribuyen al bien común a través del sostenimiento de servicios públicos.

"Abubilla" son los líderes de opinión cuando utilizan su poder de influencia para despertar en nosotros los más nobles sentimientos de solidaridad y subsidiariedad con los necesitados, aquellos que denuncian injusticias sociales, que proponen caminos válidos de actuación civil sin manipularnos para manifestaciones inútiles y lesivas de los derechos de otros.

'Abubilla" es aquel ministro de Dios que fiel a su misión mueve nuestra conciencia a través de sus homilías dominicales públicas o las confesiones privadas.

'Abubilla" es, finalmente, nuestra propia conciencia que es la voz interior puesta por el mismo Dios para juzgar todos nuestros actos a la luz de su bondad o maldad, y que nos sirve como regla práctica de actuación en cada situación de vida al movernos a buscar el bien y evitar el mal, a no querer para otros lo que no queremos para nosotros mismos, y a buscar siempre los medios lícitos para alcanzar fines buenos, bajo el principio de que un fin bueno no justificad empleo de medios ilícitos o malos. 




DOS HOMBRES.

 

Dos hombres, ambos muy enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno se le permitía sentarse en su cama cada tarde, durante una hora, para ayudarle a drenar el líquido de sus pulmones.

Su cama daba a la única ventana de la habitación. El otro hombre tenía que estar todo el tiempo boca arriba. Los dos charlaban durante horas.

Hablaban de sus mujeres y sus familias, sus hogares, sus trabajos, su estancia en el servicio militar, donde había estado de vacaciones. Y cada tarde, cuando el hombre de la cama junto a la ventana podía sentarse, pasaba el tiempo describiendo a su vecino todas las cosas que podía ver desde la ventana.

El hombre de la otra cama empezó a desear que llegaran esas horas, en que su mundo se ensanchaba y cobraba vida con todas las actividades, colores del mundo exterior.

La ventana daba a un parque con un precioso lago. Patos y cisnes jugaban en el agua, mientras los niños lo hacían con sus cometas. Los jóvenes enamorados paseaban de la mano, entre flores de todos colores del arco iris. Grandes árboles adornaban el paisaje, y se podía ver en la distancia una bella vista de la línea de la ciudad.

El hombre de la ventana describía todo esto con un detalle exquisito, el del otro lado de la habitación cerraba los ojos e imaginaba la idílica escena. Una tarde calurosa, el hombre de la ventana describió un desfile que estaba pasando. Aunque el otro hombre no podía oír a la banda, podía verlo, con los ojos de su mente, exactamente como lo describía el hombre de la ventana con sus mágicas palabras.

Pasaron días y semanas. Una mañana, la enfermera de día entró con el agua para bañarles, encontrándose el cuerpo sin vida del hombre de la ventana, que había muerto plácidamente mientras dormía. Se llenó de pesar y llamó a los ayudantes del hospital, para llevarse el cuerpo.

Tan pronto como lo consideró apropiado, el otro hombre pidió ser trasladado a la cama al lado de la ventana. La enfermera le cambió encantada y, tras asegurarse de que estaba cómodo, salió de la habitación. Lentamente, y con dificultad, el hombre se irguió sobre el codo, para lanzar su primera mirada al mundo exterior; por fin tendría la alegría de verlo el mismo. Se esforzó para girarse despacio y mirar por la ventana al lado de la cama… y se encontró con una pared blanca.

El hombre preguntó a la enfermera que podría haber motivado a su compañero muerto para describir cosas tan maravillosas a través de la ventana. La enfermera le dijo que el hombre era ciego y que no habría podido ver ni la pared, y le indico: “Quizás sólo quería animarle a usted”

Epilogo: Es una tremenda felicidad el hacer felices a los demás, sea cual sea la propia situación.

El dolor compartido es la mitad de pena, pero la felicidad, cuando se comparte, es doble. Si quiere sentirse rico, solo cuente todas las cosas que tiene y que el dinero no puede comprar.

“Hoy es un regalo, por eso se llama el presente”.


NO PERMITAS QUE UNA OFENSA TE DAÑE.

Cuando Mahatma Gandhi estudiaba derecho en Londres, un profesor de apellido Peters le tenía mala voluntad…, pero, el alumno Gandhi nunca le bajó la cabeza y eran muy comunes sus encuentros:

Un día Peters estaba almorzando en el comedor de la Universidad y el venía con su bandeja y se sentó a su lado…El profesor muy altanero, le dice; “Estudiante Gandhi, Ud. No entiende¡¡¡ Un puerco y un pájaro, no se sientan a comer juntos” Y Gandhi le contesta: Estè Ud. Tranquilo profesor, yo me voy volando” y, cambiò de mesa…

El profesor Peters verde de rabia, porque entendió que el estudiante le había llamado Puerco, decidió vengarse con el próximo examen…

Pero el alumno respondió con brillantez a todas las preguntas del examen…Entonces el profesor le hace la siguiente interpelación:

“Gandhi, si Ud. Va caminando por la calle y se encuentra con una bolsa y dentro de ella està la sabiduría y en la otra mucho dinero. Cuàl de las dos se lleva?

 

Profesor Peters, Ud. Me ha firmado la hoja, pero no me puso la nota….

A veces la gente intenta dañarnos con ofensas que ni siquiera nos hemos ganado…Pero solo nos daña el que puede y no el que quiere..

El 10% es lo que nos sucede y el 90% la respuesta que elegimos a lo que nos sucede.

Si permites que una ofensa te dañe…Te dañarà…Pero si no lo permites, la ofensa volverá al lugar de donde salió…Seamos fuertes y astutos. Les comparto esta reflexión, llena de sabiduría, deseándoles un excelente día ¡¡¡

ABRAZO FRATERNO.



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Amén. El término amén, lejos de corresponder siempre exactamente a la traducción actual de “Así sea ¡” que expresa un mero deseo, pero no una certeza, significa, ante todo: Ciertamente, verdaderamente, seguramente o sencillamente: Sí. En efecto, este adverbio deriva de una raíz hebraica que implica firmeza, solidez, seguridad (cfr. Fe). Decir amén es proclamar que se tiene por verdadero lo que se acaba de decir, con miras a ratificar una proposición o a unirse a una plegaria. 1. Compromiso y aclamación. El amén que confirma un dicho puede tener un sentido débil, como cuando decimos “Sea” (Jer 28,6). Pero las más de las veces es una palabra que compromete: con ella muestra uno su conformidad con alguien (1Re 1,36) o acepta una misión (Jer 11,5), asume la responsabilidad de un juramento y del juicio de Dios que le va a seguir (Núm. 5,22). Todavía más solemne es el compromiso colectivo asumido en el momento de la renovación litúrgica de la alianza (Dt 27,15-26; Neh 5,13). En la liturgia puede este término adquirir también otro valor; si uno se compromete frente a Dios, es que tiene confianza en su palabra y se remite a su poder y a su bondad; esta adhesión total es al mismo tiempo “bendición de aquel al que uno se somete (Neh 8,6); es una oración segura de ser escuchada (Tob 8,8; Jdt 15,10). El amén es entonces una aclamación litúrgica, y y en este concepto tiene su puesto después de las doxologías (1 Cr 16,36); en el NT tiene con frecuencia este sentido (Rom 1,25; Gal 1,5;2 Pe 3,18; Heb 13,21). Siendo una aclamación por la que la asamblea se une al que ora en su nombre, el amén supone que para adherirse a las palabras oídas se comprende su sentido (1 Cor 14,16). Finalmente, el amén, como adhesión y aclamación, concluye los cánticos de los elegidos, en la liturgia del cielo (Ap 5,14; 19,4), donde se une al aleluya.

CUANDO UNA PERSONA SE HA IDO. VÍSPERAS DE TODOS LOS SANTOS. NO LLORES SI ME AMAS. No llores si me amas... Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo... Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos... si por un instante pudieras contemplar como yo la belleza ante la cual las bellezas palidecen... Créeme. Cuando llegue el día que Dios ha fijado y conoce, y tu alma venga a este cielo en el que te ha precedido la mía... ese día volverás a verme. sentirás que te sigo amando, que te amé, y encontrarás mi corazón con todas sus ternuras purificadas. volverás a verme en transfiguración, en éxtasis feliz. Ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo, que te llevaré de la mano por los senderos nuevos de luz y de vida. Enjuga tu llanto y no llores si me amas. (San Agustín)

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