¿ES LO MISMO ORAR QUE REZAR?

 


LA HORA SANTA DE ADORACIÓN PARA NIÑOS.

La Hora Santa para Niños es una magnífica ocasión para que nuestros niños puedan lograr ese silencio interior en el que Dios les habla de manera individual. El propósito de la hora santa es que los pequeños reconozcan la relevancia de honrar a Nuestro Señor Jesús como elemento de su preparación para la primera comunión. Puedes conocer de ello y mucho más a continuación.

La Hora Santa para los niños se denomina el primer encuentro de los pequeños con el sacramento de la primera comunión. Este es el momento que debe ser aprovechado de manera efectiva para que comprendan la importancia de ese encuentro especial con Nuestro Señor Jesús, donde, como parte de la catequesis, se les prepara para acoger al Señor por vez inicial. Este es un momento en el cual pueden reconocer y meditar sobre ciertos aspectos de su vida, que les conducirán a compartir vivencias de fe de una manera divertida. El propósito de la catequesis es la formación de aquellos seguidores de Jesús, que, tras experimentar la fe, se preparan para hacer posible la misión eclesiástica. Todas ellos pueden emplearse para ir introduciéndose en el silencio interior. Se ha de crear el ambiente apropiado con los niños para lograr ese silencio interior en el que Dios nos habla de forma muy particular.




LA FUERZA DEL SILENCIO.

 

3.- Dios nos sostiene y, si guardamos silencio, vivimos con Él en todo momento. Nada nos permitirá descubrir mejor a Dios que su silencio grabado en el centro de nuestro ser. ¿Cómo vamos a encontrar a Dios si no cultivamos ese silencio? Al hombre le gusta viajar, crear, hacer grandes descubrimientos; y se queda fuera de sí mismo, lejos de Dios, que vive en silencio dentro de su alma.

Quiero recordar la importancia de cultivar el silencio para estar realmente con Él. Citando el libro del Deuteronomio, san Pablo explica que no encontraremos a Dios atravesando los mares, porque Él está en nuestro corazón: “No digas en tu corazón: ¿quién bajará al abismo? Esto es, para subir a Cristo de entre los muertos. ¿Qué dice, en cambio? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Se refiere a la palabra de la fe que predicamos. Porque si confiesas con tu boca: Jesús es Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, te salvarás” (Rom 10,6-9; Dt 30,12-14.16).

 

Cardenal Robert Sarah.


DIEZ REGLAS A SEGUIR CUANDO SE REZA.

3 – REZAR TAMBIÉN ES SILENCIO.

Aquellos que sólo hablan con palabras, preocupándose sólo por el número de oraciones que tienen para recitar, por lo que deben decir y cómo decir, hacen de la oración un deber, un momento de aburrimiento, imposición, monotonía. Aquellos que oran con el corazón y con el espíritu ni siquiera necesitan palabras. Su oración se hace a menudo de silencio, un silencio que excluye el estruendo del mundo, que deja fuera el clamor de la multitud, el ruido de los pensamientos, y proporciona acceso a un diálogo privado y secreto, un enfrentamiento precioso e invaluable con Dios, y solo con Él, que ni siquiera necesita palabras para ser consumido.

Orar no es descender por un camino corriendo, rodando como piedras, quizás conteniendo la respiración, hasta llegar a la línea de meta del “Amen”, como si uno tuviera que ganar un premio. A menudo, asistiendo a oraciones comunes, se sienten las personas orar así, ¡casi compitiendo para ver quién llega primero al final! Esta ansiedad de llegar, de sacudirse el deber de esas palabras pronunciadas demasiado rápido, no pertenece a la oración. La oración requiere una espera, requiere calma, paz, libertad. Para orar, debemos olvidar nuestro tiempo y adaptarnos al tiempo de Dios, por el cual mil años son un día. Sólo podemos vivir en Su espera, poniéndonos en condición de acogerlo cuando decide escucharnos, para llenar la distancia que nos separa de él, y que ciertamente no podemos llenar persiguiéndolo y gritando para obligarlo a escucharnos.

Rezar debería ser como caminar en un bosque silencioso, disfrutar el placer de cada paso, saboreando la belleza de lo que estamos experimentando, como si pudiéramos admirar el esplendor del follaje besado por el sol, escuchar el dulce canto de los pájaros escondidos en las frondas.

Una oración recitada es sólo sonido. Una oración sentida es luz, una luz que nos enriquece descendiendo en nosotros como una paz profunda.

Para orar en silencio primero debemos olvidar las palabras, pensamientos y fantasías. Toda nuestra concentración, toda nuestra voluntad debe ser dirigida a Dios

 


¿ES LO MISMO ORAR QUE REZAR?

SI, Y AQUÍ TE DAMOS LAS CITAS BIBLICAS.

Orar y Rezar son sinónimos: La Liturgia de la Iglesia utiliza en diversas ocaciones el OREMUS, que traducido sería-oremos- o recemos.

Primero que todo debemos aclarar algo, y esto lo pueden certificar en cualquier diccionario de habla hispana. “ORAR” y “REZAR” son SINÓNIMOS. La Liturgia de la Santa Iglesia utiliza en diversas ocasiones el “OREMUS”, cual expresión traducida al castellano sería “oremos” o “recemos”, puesto que son sinónimos.

UNA MALA INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA.

Algunos (muchos) protestantes dicen, que nosotros los Cristianos Católicos repetimos oraciones sin sentido, y que la Biblia así lo prohíbe. Ellos basan este errado fundamento en una cita bíblica del Evangelio de Mateo, cuando Jesús dice:

“Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados”. (Mateo 6,7).

Si lo aprecian bien, ese mismo versículo, aclara que Jesús se está refiriendo a los paganos que creen que por hacer tanta palabrería van a ser escuchados, esos paganos pensaban que la oración era una especie de “rito mágico”.

El rechazo de Jesús no es a “repetir palabras” sino que rechaza a que se haga sin una profunda interioridad, como si fuese una obligación a la que hay que darle cumplimiento.

Los protestantes tienen que tomar muy en serio lo que dijo nuestro primer Papa San Pedro:

“Que nadie puede interpretar por cuenta propia una profecía de la escritura. Porque ninguna profecía ha sido anunciada por voluntad humana, sino que los hombres hablando de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1,20-21).

 

Debido a muchas de estas interpretaciones personales, se cae en el error de creer en algo que no tiene fundamento, como dice el refrán: una mentira repetida varias veces, la convierte en verdad.

Es sumamente importante que, como buenos católicos, siempre estemos dispuestos a dar razones de nuestra fe. (1Pe 3,15) y presentemos los fundamentos bíblicos de ello.

1. LA ORACIÓN QUE NOS ENSEÑÓ JESÚS.

“Cuando oren, háganlo de esta manera: Padre Nuestro que estás en los cielos…” (Mt 6,9-13).

Jesús, en ningún momento les dijo: oren lo que dicte su corazón, sintonicen sus energías cósmicas con el amor de Dios, hablen lo que ustedes quieran, ¡no ¡no les dijo eso, dijo: OREN ASÍ, y con eso les afirmaba que pueden usar esa oración cada vez que quieran orar al Padre. Les dio una FÓRMULA para orar (rezar).

¿Acaso entonces es vano repetir el Padrenuestro las veces que nosotros queramos?

2. PROHIBE LA BIBLIA REPETIR ORACIONES?

Es falso que la Biblia prohíba repetir palabras en la oración. Cuando Jesús dice, en el Evangelio de Mateo. Que no se hable mucho en la oración, en ese mismo versículo aclara que se refería a los paganos que creen que por hacer tanta palabrería, van a ser escuchados.

El mismo Señor Jesús, cuando oró en el huerto de los Olivos, y lo dicen explícitamente las escrituras, rezó utilizando las mismas palabras 3 veces.

“Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras”. (Mt 26.44).

“Repitió” las mismas palabras, es lo que nos dice las Sagradas Escrituras. Repitió las oraciones, pero con mucha FE, con mucha entrega.

Si Jesucristo oró en el huerto de los Olivos “repitiendo las mismas palabras” entonces tambien nosotros lo podemos hacer, basta que lo hagamos con mucha intención y con mucha devoción.

3. ¿DÓNDE MÁS SE HABLA DE REPETIR ORACIONES?

Para un ejemplo sólido, en el Salmo 136 se repite todo a cada momento: “porque es bueno, porque es eterna su misericordia”. Hay muchos Salmos que tienen oraciones repetitivas. Muchos de ellos tienen partes que se van repitiendo dos o tres versículos. Eso era algo muy común desde hace mucho tiempo, por ejemplo:

 

• El salmo 29 repite: “Voz de Yahveh”.

• El salmo 46 repite: “Con nosotros Yahveh rey de los ejércitos”.

• El salmo 80 repite: “Oh Dios haznos volver”.

• El salmo 107 repite: “Den gracias a Yahveh”.

 

4. LOS ÁNGELES TAMBIEN REPITEN ORACIONES.

Otro ejemplo de repeticiones lo hacen los mismos Serafines y Seres celestiales:

“Cada uno de los cuatro Seres Vivientes tenía seis alas y estaba lleno de ojos por dentro y por fuera. Y repetían sin cesar de día y de noche: *Santo, santo, santo es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era, el que es y el que viene* (Ap 4,8).

“Unos serafines se mantenían erguidos por encima de él; cada uno tenía seis alas: con un par se cubrían la faz, con otro par se cubrían los pies, y con el otro par aleteaban; Y se gritaban el uno al otro: “Santo, santo, santo, Yahveh Sebaot: llena está toda la tierra de su gloria”. (Is 6,2-3).

¿Nos damos cuenta? ¿No era acaso suficiente con decirlo solo una vez? ¡Pues no! A los ángeles en los cielos, no les basta con decir una sola vez el: Santo, santo, santo, sino que, por el contrario, alaban al Señor con muchas repeticiones día y noche.

Roguemos al Señor, el Dios de la vida y del Amor, para que, a muchos de estos protestantes, se les abran un poco más los ojos del corazón, y puedan desprenderse de este velo de odio que los mantiene en continuas luchas internas.

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Amén. El término amén, lejos de corresponder siempre exactamente a la traducción actual de “Así sea ¡” que expresa un mero deseo, pero no una certeza, significa, ante todo: Ciertamente, verdaderamente, seguramente o sencillamente: Sí. En efecto, este adverbio deriva de una raíz hebraica que implica firmeza, solidez, seguridad (cfr. Fe). Decir amén es proclamar que se tiene por verdadero lo que se acaba de decir, con miras a ratificar una proposición o a unirse a una plegaria. 1. Compromiso y aclamación. El amén que confirma un dicho puede tener un sentido débil, como cuando decimos “Sea” (Jer 28,6). Pero las más de las veces es una palabra que compromete: con ella muestra uno su conformidad con alguien (1Re 1,36) o acepta una misión (Jer 11,5), asume la responsabilidad de un juramento y del juicio de Dios que le va a seguir (Núm. 5,22). Todavía más solemne es el compromiso colectivo asumido en el momento de la renovación litúrgica de la alianza (Dt 27,15-26; Neh 5,13). En la liturgia puede este término adquirir también otro valor; si uno se compromete frente a Dios, es que tiene confianza en su palabra y se remite a su poder y a su bondad; esta adhesión total es al mismo tiempo “bendición de aquel al que uno se somete (Neh 8,6); es una oración segura de ser escuchada (Tob 8,8; Jdt 15,10). El amén es entonces una aclamación litúrgica, y y en este concepto tiene su puesto después de las doxologías (1 Cr 16,36); en el NT tiene con frecuencia este sentido (Rom 1,25; Gal 1,5;2 Pe 3,18; Heb 13,21). Siendo una aclamación por la que la asamblea se une al que ora en su nombre, el amén supone que para adherirse a las palabras oídas se comprende su sentido (1 Cor 14,16). Finalmente, el amén, como adhesión y aclamación, concluye los cánticos de los elegidos, en la liturgia del cielo (Ap 5,14; 19,4), donde se une al aleluya.

CUANDO UNA PERSONA SE HA IDO. VÍSPERAS DE TODOS LOS SANTOS. NO LLORES SI ME AMAS. No llores si me amas... Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo... Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos... si por un instante pudieras contemplar como yo la belleza ante la cual las bellezas palidecen... Créeme. Cuando llegue el día que Dios ha fijado y conoce, y tu alma venga a este cielo en el que te ha precedido la mía... ese día volverás a verme. sentirás que te sigo amando, que te amé, y encontrarás mi corazón con todas sus ternuras purificadas. volverás a verme en transfiguración, en éxtasis feliz. Ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo, que te llevaré de la mano por los senderos nuevos de luz y de vida. Enjuga tu llanto y no llores si me amas. (San Agustín)

LA FELICIDAD DE JESÚS. José Antonio Pagola

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