LA VIRGEN MARÍA - CATEQUESIS SOBRE EL CREDO.
La Virgen María en la
sagrada Escritura y en la reflexión teológica.
1. En las anteriores
catequesis hemos visto que la doctrina de la maternidad de María, partiendo de
su primera formulación, la Madre de Jesús, pasó luego a la más completa y
explícita de Madre de Dios, hasta la afirmación de su implicación materna en la
redención de la humanidad.
También con relación a otros aspectos de la doctrina mariana, han sido necesarios muchos siglos para llegar a la definición explícita de verdades reveladas referentes a María. Casos típicos de este camino de fe para descubrir de forma cada vez más profunda el papel de María en la historia de la salvación son los dogmas de la Inmaculada Concepción y de la Asunción, proclamados, como es bien sabido, por dos venerados predecesores míos, respectivamente por el siervo de Dios Pío IX en 1854, y por el siervo de Dios Pío XII durante el jubileo del año 1950.
La mariología es un campo de investigación teológica particular: en ella el amor del pueblo cristiano a María ha intuido a menudo con anticipación algunos aspectos del misterio de la Virgen, atrayendo hacia ellos la atención de los teólogos y de los pastores.
2. Debemos reconocer que, a primera vista, los evangelios brindan escasa información sobre la persona y la vida de María. Desde luego, hubiéramos deseado al respecto indicaciones más abundantes, que nos permitieran conocer mejor a la Madre de Jesús.
Tampoco satisfacen ese
deseo los otros escritos del Nuevo Testamento, en los que se echa de menos un
desarrollo doctrinal explícito sobre María. Incluso las cartas de san Pablo,
que nos ofrecen un pensamiento rico sobre Cristo y su obra, se limitan a decir,
en un pasaje muy significativo, que Dios envió a su Hijo, "nacido de
mujer" (Ga 4, 4).
Muy poco se nos dice
sobre la familia de María. Si excluimos los relatos de la infancia, en los
evangelios sinópticos encontramos solamente dos afirmaciones que arrojan un poco
de luz sobre
María: una con respecto
al intento de los hermanos o parientes, que querían llevarse a Jesús a Nazaret
(cf. Mc 3, 21; Mt 12, 48): la otra, al responder a la exclamación de una mujer
sobre la
bienaventuranza de la
Madre de Jesús (cf. Lc 11, 27).
Con todo, Lucas, en el evangelio de la infancia, con los episodios de la Anunciación, la Visitación, el nacimiento de Jesús, la presentación del Niño en el templo y su encuentro entre los doctores a la edad de doce años, no sólo proporciona algunos datos importantes, sino que presenta una especie de protomariología de fundamental interés. San Mateo completa indirectamente esos datos en el relato sobre el anuncio a José (cf. Mt 1, 18-25), pero sólo en relación con la concepción virginal de Jesús.
El evangelio de Juan,
además, profundiza el valor histórico-salvífico del papel que desempeña la
Madre de Jesús, cuando refiere que se hallaba presente al comienzo y al final
de la vida pública.
Particularmente
significativa es la intervención de María al pie de la cruz, donde recibe de su
Hijo agonizante la misión de ser madre del discípulo amado y, en él, de todos
los cristianos (cf. Jn 2,
1-12 y Jn 19, 25-27).
Los Hechos de los
Apóstoles, por último, recuerdan expresamente a la Madre de Jesús entre las
mujeres de la primera comunidad, que esperaban Pentecostés (cf. Hch 1, 14).
Por el contrario, a
falta de otros testimonios neotestamentarios y de noticias seguras procedentes
de fuentes históricas, nada sabemos ni de la fecha ni de las circunstancias de
su muerte. Sólo podemos suponer que siguió viviendo con el apóstol Juan y que
acompañó siempre de cerca el desarrollo de la primera comunidad cristiana.
3. La escasez de datos
sobre la vida terrena de María queda compensada por su calidad y riqueza
teológica, que la exégesis actual pone cuidadosamente de relieve.
Por lo demás, debemos
recordar que la perspectiva de los evangelistas es totalmente cristológica y
quiere interesarse de la Madre sólo en relación con la buena nueva del Hijo.
Como ya observa san
Ambrosio, el evangelista, al exponer el misterio dé la Encarnación, "creyó
oportuno no buscar más testimonios sobre la virginidad de María, para no dar la
impresión de dedicarse a defender a la Virgen más que a proclamar el
misterio" (Exp. in Lucam, 2, 6: PL 15, 1.555).
Podemos reconocer en
este hecho una intención especial del Espíritu Santo, el cual quiso suscitar en
la Iglesia un esfuerzo de investigación que, conservando el carácter central
del misterio de Cristo, no se detuviera en los detalles de la existencia de
María, sino que se encaminara a descubrir sobre todo su papel en la obra de
salvación, su santidad personal y su misión materna en la vida cristiana.
4. El Espíritu Santo guía el esfuerzo de la Iglesia, comprometiéndola a tomar las mismas actitudes de María. En el relato del nacimiento de Jesús, Lucas afirma que su madre conservaba todas las cosas "meditándolas en su corazón" (Lc 2, 19), es decir, esforzándose por ponderar (symballousa) con una mirada más profunda todos los acontecimientos de los que había sido testigo privilegiada.
De forma análoga,
también el pueblo de Dios es impulsado por el mismo Espíritu a comprender en
profundidad todo lo que se ha dicho de María, para progresar en la inteligencia
de su misión,
íntimamente vinculada
al misterio de Cristo.
En el desarrollo de la mariología el pueblo cristiano desempeña un papel particular: con la afirmación y el testimonio de su fe, contribuye al progreso de la doctrina mariana, que normalmente no es sólo obra de los teólogos, aunque su tarea sigue siendo indispensable para la profundización y la exposición clara del dato de fe y de la misma experiencia cristiana.
La fe de los sencillos es admirada y alabada por Jesús, que reconoce en ella una manifestación maravillosa de la benevolencia del Padre (cf. Mt 11 25 Lc 10, 21). Esa fe sigue proclamando, en el decurso de los siglos, las maravillas de la historia de la salvación, ocultas a los sabios.
Esa fe, en armonía con
la sencillez de la Virgen, ha hecho progresar el reconocimiento de su santidad
personal y del valor trascendente de su maternidad.
El misterio de María
compromete a todo cristiano, en comunión con la Iglesia, a meditar en su
corazón lo que la revelación evangélica afirma de la Madre de Cristo. En la
lógica del Magnificat,
cada uno experimentará
en sí, como María, el amor de Dios y descubrirá en las maravillas realizadas
por la santísima Trinidad en la Llena de gracia un signo de la ternura de Dios
por el hombre.
LA VIRGEN MARÍA A LA LUZ DE LA BIBLIA.
Si alguno preguntase el porqué de este encumbramiento o exaltación de la
Virgen, tendríamos que responder: porque ES MADRE DE DIOS, y por sola esta
prerrogativa Ella aventaja con mucho en dignidad a todas las criaturas del
cielo y de la tierra.
Por se “Madre de Dios” Ella es superior a todo cuanto existe. Sólo Dios
es superior a Ella. Veamos lo que nos dicen algunos doctores y Padres de la
Iglesia:
_San Buenaventura con Santo Tomás refiriéndose a la Virgen María dicen:
Dios no podía hacer nada más grande que María; podría crear millares de mundos
más perfectos que el actual, podría hacer brotar de la nada millares de soles y
de ángeles superiores a los existentes, pero no puede crear una Madre, cuya
dignidad sea superior a la de la Virgen María, porque sería preciso que esta
Madre tuviese un Hijo superior al Hijo de Dios, y esto es imposible
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