LA ACEDIA Y
EL DEMONIO DEL MEDIO DIA.
De ahí la
necesidad de recuperar la operatividad teológica y profética de una noción tan
útil para comprender la historia que vivimos". (Padre Horacio Bojorge,
S.J, op cit, 67). Y es también fundamental ver las consecuencias, ya que
"al atacar la vitalidad de las relaciones con Dios, la acedia conlleva
consecuencias desastrosas para toda la vida moral y espiritual.
Disipa el
tesoro de todas las virtudes, pero muy especialmente el de las virtudes
teologales. La acedia se opone directamente a la caridad, pero también a la
esperanza, a la fortaleza, a la sabiduría y sobre todo a la religión, a la
devoción, al fervor, al amor de Dios y a su gozo.
Sus
consecuencias se ilustran claramente por sus efectos o, para usar la
denominación de la teología medieval, por sus hijas: la ansiedad que se agita
en diligente persecución de metas intramundanas; la disipación, o sea un
vagabundeo ilícito del espíritu, la pusilanimidad, el torpor, el rencor, la
malicia, o sea, el odio a los bienes espirituales y la desesperación" (Op.
cit, p 67).
Las causas
que provocan este mal espiritual, que paraliza el espíritu, son variadas y
múltiples. Entre sus causas naturales se enumeran "la tristeza, la
gandulería, la locuacidad, los malos pensamientos, el agotamiento del alma por
la batalla espiritual; su causa preternatural es un demonio particular,
activismo al mediodía, sugerido por el Salmo 90, 6. Sus efectos son múltiples y
algunos irremediables.
La acedia
hace que los monjes abandonen la celda sin necesidad; excita las pasiones; es
contraria a la oración, so pretexto de que es preciso ocuparse en buenas obras;
fomenta la ociosidad y el sueño; hace aborrecer el lugar donde se vive, el
trabajo que se realiza; mueve el falso celo, el deseo de emprender prácticas
ascéticas que están por encima de las propias fuerzas, como ayunos excesivos o
establecer la morada en un lugar demasiado remoto; llega a causar la muerte
espiritual"83.
La acedia,
al igual que los restantes vicios capitales, tiene sus efectos perniciosos, sus
frutos podridos. Para San Gregorio Mago serían las hijas (cfr. Libro Moral,
XXXI), expresión que Santo Tomás va a explicitar. Escuchemos a un autor actual
describiendo esta doctrina profunda:
"La
hijas de la acedia, como las llama Santo Tomás, no tardan en aparecer en el comportamiento
del tibio. A la desesperación le sigue la evagatio mentis, errabunda y
desordenada inquietud que toma diversos modos, pero convergentes todos en la
inautenticidad del ser, en la trivialización de la vida y en la divagación de
la existencia. Sea en la verborragia vana (verbositas), en la búsqueda banal de
novedades (curiositas), en la desubicación de los actos (inquietud) o en la
incapacidad de permanecer firme en sitio y determinaciones (instabilitas loci
vel propositi), el tibio expresa su pérdida de identidad y de señorío. Crece
entonces el topor, especie de indolencia y de indiferencia frente a la
salvación y al destino eterno. La poquedad de ánimo o pusilanimidad, el rencor
y el resentimiento; en una palabra, la malicia, teológicamente entendida como
aversión y odio de todo lo que lleve el signo de Dios"84.
Después de
saber las causas y efectos del demonio del mediodía en el alma, entramos a las
distintas etapas de la acedia descripta por diversos autores espirituales.
Ahora pasamos a describirlas.
CONTINUARÁ...
EL DEMONIO
SIMBOLO O REALIDAD?
Rene Lauretín (Perito Conciliar, Vaticano II).
Miembro de la Pontificia Academia Teológica de Roma.
HESITACIONES Y TANTEOS.
Esta decantación no sucedió sin tanteos o confusiones. Es la ley
constante de nuestra indagación sobre Dios hasta el día de Hoy. Las
ambigüedades humanas no serán superadas sino en la eternidad.
Estos tanteos no suceden sin interferencias y cortocircuitos. La Biblia
atribuye a Dios sentimientos pasionales. Es para dar a entender su ardiente
amor respecto de nosotros: no menos vivo que el amor humano. La Biblia también
le hace a veces a Dios autor de los males que sobrevienen sobre la tierra. Ve a
Dios en los castigos. Esta ambigüedad es debida a una filosofía todavía
simplista, ignorante de la causa primera y trascendente. Siendo Dios la causa
universal, los autores sagrados le atribuyen a Dios todas las causas segundas;
ven castigos divinos allí donde la libertad de los pecadores provoca su
autodestrucción. Pero la justicia de Dios no es punitiva: es inmanente:
Dios ha puesto al hombre en manos de su “consejo” (es decir, de su
albedrio o libertad responsable: Si 15,14).
En plena autonomía, los hombres construyen y destruyen su vida. Si el
alcohólico sufre una cirrosis del hígado, no es Dios quien le influge esta
enfermedad desde el exterior: es el alcohol del que libremente se ha
impregnado. Igualmente, esto vale para el sida y otras ETS propagadas por la
degradación de las costumbres humanas, aun sucediendo, por desgracia, que las
consecuencias desagradables se extienden bastante más allá de las libertades
que fueron su causa. El Mal debe reclasificarse totalmente extraño a Dios.
En resumen, a través de hesitaciones y aproximaciones innumerables, la
fe en Yahvé ha disipado progresivamente las ilusiones de otros tiempos (que,
para muchos, siguen siendo ilusiones de hoy). Ella ha efectuado una autentica
desmitologización, rectificando los errores ambientales y asumiendo su parte de
verdad, en referencia a Dios Creador. De este modo, se ha establecido un doble
deslindamiento esclarecedor:
__entre Dios y sus creaturas.
__y, en éstas, entre los ángeles (Tb 8,3) y los demonios, enemigos del
hombre (Tb 6,8) a quien combatir (Tb 8,3) como enemigos de Dios.
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