NUESTRA CULTURA
PROMOCIONA ASPECTOS QUE PERJUDICAN LA SALUD .
SER EL PRIMERO EN TODO?
El espíritu competitivo
provoca mucho daño en todos nosotros. Siempre hay que ser el mejor, siempre hay
que ganar... pero nunca nos preparan para la derrota. Como consecuencia de ello
sufrimos todos de un alto índice de desvalorización, o sea, de una pobre
autoestima. La feroz competitividad es incompatible con la solidaridad, con la
cooperación. Si la frase más usada en el deporte es: "Lo importante es
participar", y por otro lado sólo se le presta atención al ganador, ni
siquiera el finalista queda en el recuerdo de nadie, ¿qué contradicción subyace
entre las dos realidades? Recordemos que "perdedor" es un insulto muy
utilizado que lo que pretende es humillarnos, el intentarlo queda en otro
plano; por lo tanto participar es insuficiente.
Pero no en todos los
lugares esta obsesión por ganar y ser mejor que los demás ha calado, ni mucho
menos.
Un antropólogo propuso
un juego a los niños de una comunidad africana. Puso una canasta llena de
frutas cerca de un árbol y le dijo a los niños que aquel que llegara primero
ganaría todas las frutas. Cuando dio la señal para que corrieran, todos los
niños se tomaron de las manos y corrieron juntos, después se sentaron juntos a
disfrutar del premio.
Cuando él les preguntó
por qué habían corrido así, si uno solo podía ganar todas las frutas, le
respondieron: UBUNTU, ¿cómo uno de nosotros podría estar feliz si todos los
demás están tristes?
UBUNTU: “Yo soy porque
nosotros somos.” Este concepto es biológico, el ser individual no interesa a la
naturaleza, los programas biológicos de supervivencia están diseñados para la
especie, la cooperación es fundamental.
El tronco encefálico
está para salvaguardar la especie, es nuestro ordenador con los programas de
instinto de supervivencia, la sanación y la evolución es universalidad. La
curación no es un proceso individual, es colectivo. Tenemos un disco duro con
todas las memorias anteriores, incluso desde la aparición de la vida en la
Tierra. Superar el miedo a la muerte que es el instinto del tronco encefálico.
Las primeras memorias
en el parto están ligadas al tronco encefálico son raíles que activarán después
conflictos biológicos: respuestas condicionadas.
CÓMO ENCONTRAR A DIOS EN LOS PROBLEMAS DE LA VIDA.
Muchas veces
surge esta incertidumbre en la que no encontramos respuestas a nuestras
interrogantes, al encontrarnos con el mal en esa gran diversidad en la que nos
podemos enfrentar; nos preguntamos...Por qué me tiene que pasar esto, por qué
vienen a mí, por qué hay gente que me odia si yo no le hago mal a nadie?
Vivamos un poco la vida de Jeremías, un hombre de Dios, vivía y estaba contento con la situación de Israel, era el hombre de la alabanza que lo hace participar Dios de su santidad, de su bien en el bien; pero al igual que él, al alcanzarnos el mal, llega la oscuridad en la Fe, disminuyendo, sino a punto de desaparecer...llega el cuestionamiento; hasta cuando Señor!!!permitirás que me asechen como lobos hambrientos.
Al igual que
Jeremías a nuestra pregunta, la respuesta fue EL SILENCIO (el silencio de Dios)
y viene el reclamo de parte de Jeremías y desde luego, también de nosotros: En
Dónde estás Señor que no me haces justicia; Por qué no me hablas?
Tu pregunta
Dónde está ese Dios que te prometió estar contigo (en tu vida); Sólo
silencio....Y al igual que el profeta, empiezo a encontrarme y encontrar esas
respuestas de Dios en ese silencio.
Es el Dios
que nos invita a descubrirnos y descubrir su plan. Él no quiere la muerte de
aquel que te hace daño, ni el castigo. Él quiere su conversión pero para eso te
necesita; tu debes ser signo de ese amor de Dios y de perdón, es el Dios que
actúa a través de ti para que aquel se convierta ("tu enemigo tu
hermano"?) pero tambien para que empieces a mirar con esos ojos de
Dios....el Dios que "hace llover sobre buenos y malos"(evangelio)
esto es parte de la Teología del Silencio.
Van Drag
En 726, el Emperador de Bizancio León III, después de haber vencido a los musulmanes, quitó la imagen del Cristo glorioso que adornaba la gran puerta de su palacio y la sustituyó por una cruz desnuda. Este gesto de deferencia hacia la austeridad iconológica de los vencidos desató un debate despiadado, que duró varias generaciones, a veces con violencia y guerra. ¿Pueden los cristianos postrarse y rezar frente a imágenes? Los partidarios del Emperador, los iconoclastas (destructores de imágenes) hacían valer que esto era idolatría. Por su parte los devotos hacia las imágenes mantenían que, desde los orígenes de la Iglesia, el culto de las imágenes era una forma legítima de devoción.
¿Sabes como
como se les decía a estos devotos de las imágenes?
LA FELICIDAD DE JESÚS.
No es difícil dibujar el perfil de una persona feliz en la sociedad que conoció Jesús. Se trataría de un varón adulto y de buena salud, casado con una mujer honesta y fecunda, con hijos varones y unas tierras ricas, observante de la religión y respetado en su pueblo ¿Qué más se podía pedir?
Ciertamente no era este el ideal que animaba a Jesús. Sin esposa ni hijos, sin tierras ni bienes, recorriendo Galilea como un vagabundo, su vida no respondía a ningún tipo de felicidad convencional. Su manera de vivir era provocativa. Si era feliz, lo era de manera contracultural, a contrapelo de lo establecido.
En realidad, no pensaba mucho en su felicidad. Su vida giraba más bien en torno a un proyecto que le entusiasmaba y le hacía vivir intensamente. Lo llamaba «reino de Dios». Al parecer, era feliz cuando podía hacer felices a otros. Se sentía bien devolviendo a la gente la salud y la dignidad que se les había arrebatado injustamente.
No buscaba su propio interés. Vivía creando nuevas condiciones de felicidad para todos. No sabía ser feliz sin incluir a los otros. A todos proponía criterios nuevos, más libres y radicales, para hacer un mundo más digno y dichoso.
Creía en un «Dios feliz», el Dios creador que mira a todas sus criaturas con amor entrañable, el Dios amigo de la vida y no de la muerte, más atento al sufrimiento de las gentes que a sus pecados.
Desde la fe en ese Dios rompía los esquemas religiosos y sociales. No predicaba: «Felices los justos y piadosos, porque recibirán el premio de Dios». No decía: «Felices los ricos y poderosos, porque cuentan con su bendición». Su grito era desconcertante para todos: «Felices los pobres, porque Dios será su felicidad».
La invitación de Jesús
viene a decir así: «No busquéis la felicidad en la satisfacción de vuestros
intereses ni en la práctica interesada de vuestra religión. Sed felices
trabajando de manera fiel y paciente por un mundo más feliz para todos».
José Antonio Pagola