lunes, 27 de febrero de 2023

LA FELICIDAD DE JESÚS. José Antonio Pagola



NUESTRA CULTURA PROMOCIONA ASPECTOS QUE PERJUDICAN LA SALUD .

 

SER EL PRIMERO EN TODO?

El espíritu competitivo provoca mucho daño en todos nosotros. Siempre hay que ser el mejor, siempre hay que ganar... pero nunca nos preparan para la derrota. Como consecuencia de ello sufrimos todos de un alto índice de desvalorización, o sea, de una pobre autoestima. La feroz competitividad es incompatible con la solidaridad, con la cooperación. Si la frase más usada en el deporte es: "Lo importante es participar", y por otro lado sólo se le presta atención al ganador, ni siquiera el finalista queda en el recuerdo de nadie, ¿qué contradicción subyace entre las dos realidades? Recordemos que "perdedor" es un insulto muy utilizado que lo que pretende es humillarnos, el intentarlo queda en otro plano; por lo tanto participar es insuficiente.

Pero no en todos los lugares esta obsesión por ganar y ser mejor que los demás ha calado, ni mucho menos.

Un antropólogo propuso un juego a los niños de una comunidad africana. Puso una canasta llena de frutas cerca de un árbol y le dijo a los niños que aquel que llegara primero ganaría todas las frutas. Cuando dio la señal para que corrieran, todos los niños se tomaron de las manos y corrieron juntos, después se sentaron juntos a disfrutar del premio.

Cuando él les preguntó por qué habían corrido así, si uno solo podía ganar todas las frutas, le respondieron: UBUNTU, ¿cómo uno de nosotros podría estar feliz si todos los demás están tristes?

UBUNTU: “Yo soy porque nosotros somos.” Este concepto es biológico, el ser individual no interesa a la naturaleza, los programas biológicos de supervivencia están diseñados para la especie, la cooperación es fundamental.

El tronco encefálico está para salvaguardar la especie, es nuestro ordenador con los programas de instinto de supervivencia, la sanación y la evolución es universalidad. La curación no es un proceso individual, es colectivo. Tenemos un disco duro con todas las memorias anteriores, incluso desde la aparición de la vida en la Tierra. Superar el miedo a la muerte que es el instinto del tronco encefálico.

Las primeras memorias en el parto están ligadas al tronco encefálico son raíles que activarán después conflictos biológicos: respuestas condicionadas.




CÓMO ENCONTRAR A DIOS EN LOS PROBLEMAS DE LA VIDA.

 

Muchas veces surge esta incertidumbre en la que no encontramos respuestas a nuestras interrogantes, al encontrarnos con el mal en esa gran diversidad en la que nos podemos enfrentar; nos preguntamos...Por qué me tiene que pasar esto, por qué vienen a mí, por qué hay gente que me odia si yo no le hago mal a nadie?

Vivamos un poco la vida de Jeremías, un hombre de Dios, vivía y estaba contento con la situación de Israel, era el hombre de la alabanza que lo hace participar Dios de su santidad, de su bien en el bien; pero al igual que él, al alcanzarnos el mal, llega la oscuridad en la Fe, disminuyendo, sino a punto de desaparecer...llega el cuestionamiento; hasta cuando Señor!!!permitirás que me asechen como lobos hambrientos.

Al igual que Jeremías a nuestra pregunta, la respuesta fue EL SILENCIO (el silencio de Dios) y viene el reclamo de parte de Jeremías y desde luego, también de nosotros: En Dónde estás Señor que no me haces justicia; Por qué no me hablas?

Tu pregunta Dónde está ese Dios que te prometió estar contigo (en tu vida); Sólo silencio....Y al igual que el profeta, empiezo a encontrarme y encontrar esas respuestas de Dios en ese silencio.

Es el Dios que nos invita a descubrirnos y descubrir su plan. Él no quiere la muerte de aquel que te hace daño, ni el castigo. Él quiere su conversión pero para eso te necesita; tu debes ser signo de ese amor de Dios y de perdón, es el Dios que actúa a través de ti para que aquel se convierta ("tu enemigo tu hermano"?) pero tambien para que empieces a mirar con esos ojos de Dios....el Dios que "hace llover sobre buenos y malos"(evangelio) esto es parte de la Teología del Silencio.

 

Van Drag


En 726, el Emperador de Bizancio León III, después de haber vencido a los musulmanes, quitó la imagen del Cristo glorioso que adornaba la gran puerta de su palacio y la sustituyó por una cruz desnuda. Este gesto de deferencia hacia la austeridad iconológica de los vencidos desató un debate despiadado, que duró varias generaciones, a veces con violencia y guerra. ¿Pueden los cristianos postrarse y rezar frente a imágenes? Los partidarios del Emperador, los iconoclastas (destructores de imágenes) hacían valer que esto era idolatría. Por su parte los devotos hacia las imágenes mantenían que, desde los orígenes de la Iglesia, el culto de las imágenes era una forma legítima de devoción.

¿Sabes como como se les decía a estos devotos de las imágenes?



LA FELICIDAD DE JESÚS.

 

No es difícil dibujar el perfil de una persona feliz en la sociedad que conoció Jesús. Se trataría de un varón adulto y de buena salud, casado con una mujer honesta y fecunda, con hijos varones y unas tierras ricas, observante de la religión y respetado en su pueblo ¿Qué más se podía pedir?

Ciertamente no era este el ideal que animaba a Jesús. Sin esposa ni hijos, sin tierras ni bienes, recorriendo Galilea como un vagabundo, su vida no respondía a ningún tipo de felicidad convencional. Su manera de vivir era provocativa. Si era feliz, lo era de manera contracultural, a contrapelo de lo establecido.

En realidad, no pensaba mucho en su felicidad. Su vida giraba más bien en torno a un proyecto que le entusiasmaba y le hacía vivir intensamente. Lo llamaba «reino de Dios». Al parecer, era feliz cuando podía hacer felices a otros. Se sentía bien devolviendo a la gente la salud y la dignidad que se les había arrebatado injustamente. 

No buscaba su propio interés. Vivía creando nuevas condiciones de felicidad para todos. No sabía ser feliz sin incluir a los otros. A todos proponía criterios nuevos, más libres y radicales, para hacer un mundo más digno y dichoso.

Creía en un «Dios feliz», el Dios creador que mira a todas sus criaturas con amor entrañable, el Dios amigo de la vida y no de la muerte, más atento al sufrimiento de las gentes que a sus pecados.

Desde la fe en ese Dios rompía los esquemas religiosos y sociales. No predicaba: «Felices los justos y piadosos, porque recibirán el premio de Dios». No decía: «Felices los ricos y poderosos, porque cuentan con su bendición». Su grito era desconcertante para todos: «Felices los pobres, porque Dios será su felicidad».

La invitación de Jesús viene a decir así: «No busquéis la felicidad en la satisfacción de vuestros intereses ni en la práctica interesada de vuestra religión. Sed felices trabajando de manera fiel y paciente por un mundo más feliz para todos».

 

José Antonio Pagola


Amén. El término amén, lejos de corresponder siempre exactamente a la traducción actual de “Así sea ¡” que expresa un mero deseo, pero no una certeza, significa, ante todo: Ciertamente, verdaderamente, seguramente o sencillamente: Sí. En efecto, este adverbio deriva de una raíz hebraica que implica firmeza, solidez, seguridad (cfr. Fe). Decir amén es proclamar que se tiene por verdadero lo que se acaba de decir, con miras a ratificar una proposición o a unirse a una plegaria. 1. Compromiso y aclamación. El amén que confirma un dicho puede tener un sentido débil, como cuando decimos “Sea” (Jer 28,6). Pero las más de las veces es una palabra que compromete: con ella muestra uno su conformidad con alguien (1Re 1,36) o acepta una misión (Jer 11,5), asume la responsabilidad de un juramento y del juicio de Dios que le va a seguir (Núm. 5,22). Todavía más solemne es el compromiso colectivo asumido en el momento de la renovación litúrgica de la alianza (Dt 27,15-26; Neh 5,13). En la liturgia puede este término adquirir también otro valor; si uno se compromete frente a Dios, es que tiene confianza en su palabra y se remite a su poder y a su bondad; esta adhesión total es al mismo tiempo “bendición de aquel al que uno se somete (Neh 8,6); es una oración segura de ser escuchada (Tob 8,8; Jdt 15,10). El amén es entonces una aclamación litúrgica, y y en este concepto tiene su puesto después de las doxologías (1 Cr 16,36); en el NT tiene con frecuencia este sentido (Rom 1,25; Gal 1,5;2 Pe 3,18; Heb 13,21). Siendo una aclamación por la que la asamblea se une al que ora en su nombre, el amén supone que para adherirse a las palabras oídas se comprende su sentido (1 Cor 14,16). Finalmente, el amén, como adhesión y aclamación, concluye los cánticos de los elegidos, en la liturgia del cielo (Ap 5,14; 19,4), donde se une al aleluya.

CUANDO UNA PERSONA SE HA IDO. VÍSPERAS DE TODOS LOS SANTOS. NO LLORES SI ME AMAS. No llores si me amas... Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo... Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos... si por un instante pudieras contemplar como yo la belleza ante la cual las bellezas palidecen... Créeme. Cuando llegue el día que Dios ha fijado y conoce, y tu alma venga a este cielo en el que te ha precedido la mía... ese día volverás a verme. sentirás que te sigo amando, que te amé, y encontrarás mi corazón con todas sus ternuras purificadas. volverás a verme en transfiguración, en éxtasis feliz. Ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo, que te llevaré de la mano por los senderos nuevos de luz y de vida. Enjuga tu llanto y no llores si me amas. (San Agustín)

LA FELICIDAD DE JESÚS. José Antonio Pagola

NUESTRA CULTURA PROMOCIONA ASPECTOS QUE PERJUDICAN LA SALUD .   SER EL PRIMERO EN TODO? El espíritu competitivo provoca mucho daño en todos ...